Zzofih, la trabajadora sexual que es furor en YouTube: “Siempre hay miradas que buscan hacerte sentir vergüenza”

Sofía Tramazaygues es trabajadora sexual desde los 22 años. Comenzó porque necesitaba un trabajo y lo consideró “una continuación de mis relaciones civiles”. En la pandemia se armó un canal en la red de videos…

domingo 05/09/2021 - 11:14
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Sofía Tramazaygues es trabajadora sexual desde los 22 años. Comenzó porque necesitaba un trabajo y lo consideró “una continuación de mis relaciones civiles”. En la pandemia se armó un canal en la red de videos donde cuenta experiencias para combatir la criminalización de su oficio.

Si esta nota fuera un video de redes sociales, tendríamos que cambiar algunas palabras por otras para que internet no lo censure. Hablaríamos con eufemismos y metáforas: en vez de decir “trabajo sexual” diríamos “trabajo sensual”, en vez de decir “puta” escribiríamos “fruta”.

Así tiene que hacerlo Sofía Tramazaygues cada vez que hace un video en su canal. Lo abrió al comienzo de la pandemia y hoy ya tiene más de 40 mil suscriptores. En ellos cuenta experiencias de vida, pensamientos, anécdotas, y sobre todo -así nació- es un espacio de desestigmatización de su otro trabajo. Es que Sofía -Zzofih- además de youtuber es trabajadora sexual.

“Empecé a ser trabajadora sexual porque necesitaba un trabajo. Estaba viniendo de rubros como la gastronomía, o de promotora en supermercados, en algunos eventos, y en un momento conocí gente que trabajaba de esto y me pareció una posibilidad. Probé y al tiempo dije ¿por qué no? Me sentía bien con eso y seguí”, cuenta. Por ese entonces tenía 22 años. Hoy tiene 27 y su mirada de ese mundo en muchos aspectos cambió.

“La imagen que tenía de este trabajo era la imagen que tienen todos: mujeres sometidas, ultrajadas por hombres violentos, feos, viejos, olorosos… Todo lo que pueda referir a esa imagen, ¿no? Como media ‘darkness’, donde siempre todo está mal, siempre es feo, nunca hay un encuentro bueno. Y no es que hoy digo ‘ay, es maravilloso’, no, pero es un trabajo y no es todo el tiempo sometimiento”, dice.

La casa de Sofía está repleta de muñequitos salidos del animé y libros de manga. Tiene un póster de los Aristogatos junto a la puerta, un cuadro grande de una foto que hizo una amiga (una carpa oscura apenas se ilumina desde adentro en medio de la noche, y todo a su alrededor es darkness). En el living hay un sillón, una silla de madera, una mesa ratona, una biblioteca, una torre para sus dos gatos, una mesa con la computadora y una silla gamer desde donde graba sus videos y los edita.

Junto al escritorio, un balcón enrejado. Al otro lado de la casa, una cocina -también graba desde ahí a veces- y un pequeño lavadero que se adivina al fondo. Hay por ahí también un bicicleta, pero no es la misma de la que habla en uno de sus últimos videos, en el que cuenta que una vez un cliente no tenía plata y ella se quedó su bicicleta como depósito.

Para ella, no siempre fue igual de fácil hablar de su oficio, pero siempre tuvo claro que el prejucio es un tema de los otros. “Es un tema contarlo. No es que te preguntan ¿de qué trabajas? y respondés de carpintera. No. Se genera algo más. Existe un estigma, lo veo, está ahí, y me manejo en relación a que sé que existe, pero yo personalmente no siento vergüenza porque cuando no le hacés mal a nadie no hay nada por lo que sentir vergüenza. Pero del otro lado siempre hay miradas como diciendo ‘deberías tener vergüenza’. ¿Y por qué? Esa es la pregunta”.

-¿Vos misma tuviste algún miedo o prejuicio con este trabajo antes de empezar a hacerlo?

-No sé si me acerqué por el lado del prejuicio, creo que no. Lo entendí como una continuación de mis relaciones civiles. O sea, yo salía con gente por aplicaciones, por Tinder ponele, y cuando empecé con esto era como eso pero un poco más pautado. No había tanto librado al azar sino que se sabía cuánto tiempo era, qué se iba a hacer, qué no, y por cuánto. Yo lo sentí como una continuación. Pensaba: bueno, voy a conocer a una persona nueva. Quizás si yo hubiera sido una persona que no hacía tanto eso, que no salía con gente, me hubiera encontrado con algo diferente, pero lo entendí como una continuación.

-¿En estos cinco años de trabajo tuviste parejas estables? ¿Cómo es lidiar con eso?

-Bueno, generalmente es difícil, no te voy a decir que no. No es nada fácil porque estamos acostumbrados a un sistema monogámico. No digo que tenemos que ser todos poliamorosos, cero. Si vos estás cómodo siendo monogámico, está perfecto. La idea es que estemos todos bien, pero justo para este trabajo es complicado, ¿no? Yo tuve dos parejas. Una fue todo bien al principio, porque yo nunca mentí en ese sentido. No es que dije que trabajaba de electricista… Pero después era achaque, mucho achaque, que es lo peor. De última decime no banco los trapos y ya recalculamos por ahí. Pero peor es cuando después viene la piña. Y después, la segunda pareja como ya lo sabía, se hizo cargo.

-¿Cuándo se lo contaste a tu familia?

-Más o menos al principio, porque con mi familia tenemos una relación muy de diálogo y en algún momento tuve que hacer un plan para contárselos. Fue todo un tema porque claramente todas estas imágenes de las que hablamos son las primeras que te vienen. Seguramente en los comentarios de esta nota va a haber un montón que digan: “¿te gustaría que tu hija?”. Bueno, no sé si el tema es que si gustaría que tu hija, sino en qué marco lo va a hacer tu hija, si es que lo va a hacer. Mi vieja en un momento se puso a leer mucho y empezó a entender mi militancia, empezar a entender el trabajo, y empezó a desarmar un poco esa idea del oscurantismo y los prejuicios. Y ahí entendió un poco más. No te voy a decir que los dos son felices con esto, no va a pasar eso, pero lo entienden. Además, soy una persona adulta también, ¿no? En un punto, los hijos son personas adultas que deciden cosas. Lo siento, padres.

-¿Sos parte de A.M.M.A.R (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina)?

-Sí, cuando arranqué a trabajar me vine a vivir a Capital, y ahí empecé a militar en el Sindicato de las Trabajadoras Sexuales y los Trabajadores Sexuales, que es A.M.M.A.R. Aprendí muchísimo en esa etapa porque vos podés ser trabajadora sexual y simplemente trabajar, no tener ningún tipo de marco, no saber qué pasa con las políticas públicas, no entender bien por dónde viene el estigma, y me dio muchas herramientas para empezar a darle un marco a todo eso que estaba pasando. Y para empezar a verme con mis compañeras y que nos contemos entre nosotras nuestra experiencia, porque si hay algo que generalmente se trata, es de que las trabajadoras sexuales estemos solas, aisladas, cada una en su punta. Y para mí es un re logro que hace 25 años exista un sindicato de trabajadores sexuales.

-¿Sigue siendo criminalizado el trabajo sexual? ¿Cómo les afecta eso?

-La criminalización del trabajo sexual lleva a que paguen los costos las mismas trabajadoras sexuales, siempre es así. Hace estos 5 años, cuando empecé, con algunas compañeras queríamos tener una página de internet para dejar de pagarle a gente que tenía otras páginas para publicarnos. Queríamos publicarnos nosotras por nuestra cuenta. Y no podíamos por las leyes… Se mezcla trata con trabajo sexual, proxenetismo… Es una especie de bolsa donde entra todo. Y las trabajadoras sexuales siempre quedamos, en el ámbito de lo penal, como víctimas o como victimarias. Entonces quien ponga la firma en esa página para tener el dominio iba a ser la victimaria, y las demás íbamos a ser las víctimas. Y claramente nadie quiere quedar en ese lugar. Entonces terminamos pagándole a un tercero, o peor: yendo a trabajar a lugares donde nos sentimos más inseguras que trabajando en nuestras casas.

-Y el argumento en general para todas estas trabas está apuntado a combatir la trata, ¿no?

-Claro, y es una contrariedad que con la idea de salvarnos, nos terminan empujando a la criminalización, que no nos deja trabajar del modo en que nosotras nos sentiríamos más cómodas y seguras.

-¿Alguna vez trabajaste en la calle?

-No, pero una vez que fui a España porque me pagó un cliente el pasaje y trabajé un poco. Me paré un rato en el radar, pero no entiendo. Son modalidades re diferentes. De hecho, cuando nos encontramos con las trabajadoras sexuales en los encuentros de mujeres somos un montón de trabajadoras sexuales de un montón de edades y con modalidades re diferentes. Y una vez las de internet nos pusimos a hablar con las de calle, o las de bares (en su momento, cuando existía eso), y nos decían: “yo no entiendo cómo hacés para captar los clientes de esta forma… hablas setenta y siete años por chat. Y yo les decía: “yo no sé cómo lo mirás al tipo en un bar o en la calle y el tipo se da cuenta”. Son diferentes formas.

-¿Vos te manejas en lo digital 100%?

-Pactando por lo digital y después encontrándonos.

-¿Hay, a partir de lo digital, como un boom del trabajo sexual en sus diferentes formas? Cada vez más chicas y chicos que ven una posibilidad de ingresos en plataformas como Onlyfans? Pareciera que un poco se va quitando peso a la decisión de ganar dinero con el propio cuerpo.

-Pasa que no es lo mismo el estigma para una cosa que para la otra. No es lo mismo el estigma de vender nudes (desnudos), que el estigma de efectivamente encontrarte y tener un encuentro físico con una persona… Pero es cierto que un poco ha cambiado eso también. Quizás la estética de las traperas como Cazzu, un poco eso de trolas empoderadas… Quizás eso hizo que haya un cambio. Y además la democratización de las herramientas, las aplicaciones, la oferta, y la plata que da… todo eso influye.

-¿Se gana mucha plata como trabajadora sexual o es un mito?

-No sé si decir que es un mito, pero un poco sí. Depende mucho. Tiene que ver con la autogestión. Pasa lo mismo que con lo digital. Vos de repente sos tu propia marca, entonces, ¿cómo la vendes? Es como un vino, quizás con una etiqueta diferente sale más caro. El arte de saber cobrar por tu tiempo es un tema aparte. Y el tipo de servicio que das. Porque no es lo mismo una dómina, que una sumisa, que un servicio onda novios, o hay gente que hace fantasías. Cada una se va encontrando el lugar en el mercado, como pasa en todos los mercados en general. Y cómo lo promocionás a eso, a qué gente le llegas, por qué ambiente, qué público. Todo eso inlfluye. No es que por el trabajo sexual en sí ya ganás mucha plata.

-Claro, hay de todo.

-Exacto. Hay sumisión financiera por ejemplo, que es gente que te dice “llamame por telefono, humillame, y yo te pago plata”. Hay un documental en Netflix sobre eso creo.

-¿Has hecho ese trabajo?

-Yo he intentado todo, pero algunas cosas me dan mucha gracia y no puedo. Es como que me domina la risa… Lo he hecho, pero me tengo que comer mucho el viaje. Igual, llamenme. Lo voy a intentar. Ja ja.

-¿Cómo entra Youtube a tu vida?

-Con la pandemia dije: ¿por qué no hibridar todo el lenguaje que tenía de la militancia, todo lo que sabía sobre el trabajo sexual, y empezar a comunicarlo con una estrategia, en un medio que sea más dinámico? Y pensé en hacer algo que sea un poco divertido pero que también explique algunas cosas. Me venía enojando mucho en Twitter y pensé que alguien tenía que ocupar el lugar de responder, sino estamos siempre en la pasividad. Y ahí fue cuando armé el canal. Al principio fue mucho de trabajo sexual, y después lo empecé a desarmar un poco con la idea de que las trabajadoras sexuales tenemos muchas más facetas en nuestras vidas más allá de ser trabajadoras sexuales. Nadie es solo su trabajo. Entonces cuento un poco de mi historia, de mi pueblo, de blogs, un poco de todo.

-Antes hablábamos de los estigmas de la sociedad. Y en Youtube también parece estar estigmatizado, ¿no? Sé que hay muchas palabras que no podés decir.

-Es muy difícil ser trabajadora sexual e intentar comunicar en redes, porque decir “sexual”, directamente ya es censurable. En Youtube te desmonetizan, en Instagram, te pueden bajar. Generalmente nos bajan mucho las cuentas a las trabajadoras sexuales, y siempre es un bajón.

-Es decir, cuando hablás de trabajo sexual, Youtube no te deja ganar plata por ese video.

-Exacto, generalmente no. Entonces, aunque busque todos los eufemismos y diga “trabajo sensual”, y en vez de decir puta diga “fruta”, ese video no puede generar ingresos.

-¿Y cuál es el criterio?

-Debe haber una parte de denuncias, de gente que detesta mi discurso. O puede pasar cuando ponés imágenes muy explícitas, pero no es mi caso. Nunca.

-¿Alguna vez pensaste en dejar de hacer este trabajo?

-Mucha gente me pregunta si voy a seguir siendo siempre trabajadora sexual. Es una pregunta que me llama la atención porque a ningún trabajador le preguntan: “¿vas a seguir siempre en este rubro?”. La verdad es que no lo sé. Yo lo tomo como un trabajo. No es mi marido el trabajo sexual, es un trabajo que si en algún momento tengo otra opción que me reditúa más, o que puede que me reditúe menos y así y todo vivir bien, lo dejo, como cualquiera dejaría su trabajo si pudiera… Pero al mismo tiempo creo también que nunca se deja el trabajo sexual sino que se sube muchísimo la tarifa.

-¿Por qué?

-Y porque vienen y te dicen “¿trabajas?”, “no, no trabajo más”, “bueno, pero te doy tres departamentos”… Se sube la tarifa, simplemente.

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