“Salió a ver un trabajo y no volvió nunca más”: se reencontró con su padre después de 26 años

Verónica Ibarra tenía 12 años cuando su papá, Pedro, abandonó el hogar familiar. Desde entonces se mantuvieron distanciados hasta que, hace dos años, el hombre sufrió una enfermedad grave y ella sintió que “era el…

domingo 19/06/2022 - 12:53
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Verónica Ibarra tenía 12 años cuando su papá, Pedro, abandonó el hogar familiar. Desde entonces se mantuvieron distanciados hasta que, hace dos años, el hombre sufrió una enfermedad grave y ella sintió que “era el momento de dejar todo atrás y perdonar”.

Verónica Ibarra cuenta que hay una canción que para ella tiene un significado especial. Es “El reloj cucú”, uno de los sencillos del cuarto álbum (“Cuando los ángeles lloran”) del afamado grupo Maná, que salió a la luz allá por mediados de los 90. En ese tema, Fher Olvera transmite la experiencia de haber atravesado una infancia sin su fallecido padre. La mujer se siente identificada con la letra: su papá, Pedro (64), abandonó el hogar familiar cuando ella tenía 12 años.

Desde el otro lado del teléfono, Verónica dice que la de su padre fue una decisión imprevisible. Ni ella ni sus dos hermanas mayores, y mucho menos su hermano menor, habían registrado una señal que presagiara la partida de Pedro. “Salió a ver un trabajo y no volvió nunca más”. De un día para el otro, en la casa en la que vivían, en la localidad entrerriana de María Grande, quedó un vacío. Sin la figura paternal, la mamá, Delia, se ocupó en soledad de la crianza de los chicos.

Hoy Verónica tiene 39 años y en su memoria perduran recuerdos de aquel alejamiento. Por entonces, Pedro trabajaba en una obra en Paraná y, debido a las distancias, pasaba más días en la ciudad capital que en su vivienda; regresaba a María Grande solo los fines de semana. Hasta que una madrugada, el hombre se despidió de sus hijos sin decirles que ya no iba a volver: “A todos nos dio un beso y a mi hermana del medio le dijo ‘cuidá mucho a tus hermanos’”.

Tiempo después se enteraron qué le había pasado: “Nos abandonó porque había formado pareja con otra señora y no supo cómo explicarnos que se había enamorado otra vez”, explicó la mujer en diálogo con Infobae. Para ella fue una daga que se mantuvo clavada en su corazón durante décadas. Sus hermanos continuaron la relación con Pedro. En cambio, a Verónica la invadió el rencor y decidió no hablarle más: “No pude perdonar que nos haya dejado”. Comenzó así un largo distanciamiento.

Con el pasar de los años, padre e hija siguieron adelante con sus vidas: él, después de ese repentino adiós, se vino inmediatamente a Buenos Aires. Quien era su pareja falleció y posteriormente conoció a Mary, su actual mujer. Hoy trabaja como encargado de un edificio en el barrio porteño de Belgrano.

Por su parte, ella tuvo cuatro hijos, formó su familia, se divorció y consiguió dos trabajos que mantiene en la actualidad: por las mañanas ejerce como secretaria en el área de Desarrollo Humano del municipio de María Grande y por las noches atiende una rotisería.

En todo ese tiempo, las únicas novedades que ella tenía de su padre las sabía por comentarios: “No estaba pendiente pero sí al tanto de lo que él hacía por lo que contaban mis hermanos”.

El hielo se rompió en junio de 2020, luego de la llegada de la pandemia de COVID-19. Pedro contrajo el virus y la pasó mal: tuvo una neumonía bilateral (afecta a ambos pulmones) y debió ser internado. Verónica se enteró cuando sus hermanos “empezaron a pedir la cadena de oración para que se recuperara”. Al ver eso, sintió que “era el momento de sanar viejas heridas, dejar todo atrás y perdonar lo que había hecho”.

“Me quebré. Pensé que ya no lo iba a poder ver. Fue como una señal de Dios para empezar de nuevo”, reflexionó la mujer. Entonces, le pidió a unas de sus hermanas el número de teléfono de su padre y le dejó un audio de WhatsApp. La respuesta llegó varios días después. Fue un domingo, mientras Verónica cocinaba sorrentinos, cuando su celular comenzó a sonar con una videollamada de parte de un número desconocido y con característica de Buenos Aires: “Atendí y era mi papá”.

“Más lloramos de lo que hablamos esa vez”, recuerda ella. A partir de ese momento, el vínculo se reestableció. Para que eso fuera posible, Verónica destaca a dos personas: a su madre, “que nunca nos habló mal de él”, y a Mary, “que siempre digo que es un ángel que Dios nos puso en el camino porque es familiera y lo llevó a la iglesia”. Desde entonces, padre e hija hablan a diario. Pero faltaba todavía el reencuentro cara a cara.

Verónica trataba de viajar hace tres semanas pero por una cosa u otra no se había dado. Surgió entonces la idea de sorprender a Pedro en el Día el Padre. No había mejor ocasión. Mary y la hija de ella, Tamara, eran parte del plan.

Con esfuerzo, la hija ahorró el dinero para pagar el pasaje en micro y llegó el viernes pasado a las 6 y media de la mañana a la terminal de Retiro. Mientras esperaba que la pasaran a buscar, se le acercó la periodista Marcela Ojeda, quien, luego de escucharla, dio a conocer su historia en la radio y en sus redes sociales.

Llena de ansiedad y nervios, Verónica esperó que Pedro llegara del trabajo a su departamento en Villa Urquiza. Las horas se le hicieron eternas hasta que el hombre tocó el timbre. Cuando le abrieron la puerta, tuvo a su hija enfrente por primera vez después de 26 años. Mary tomó un teléfono y filmó el emotivo abrazo entre lágrimas. Luego, todos juntos salieron de compras, fueron al centro, comieron, disfrutaron del día y comenzaron a recuperar el tiempo perdido.

“Siento que me saqué una mochila de 20 mil kilos. Perdonar hace bien a la mente y al corazón”, dice Verónica. Se la escucha feliz. Este domingo, después de que “por fin” dirá “feliz día, papá” desde que tiene 12 años, la mujer se marchará por la tarde. Pronto volverán a verse, ya que él irá, en julio, a María Grande. Esa también será una ocasión muy especial: los hijos adolescentes de Verónica conocerán personalmente a su abuelo.

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