Jenifer venció al cáncer y su caso llegó a los medios nacionales

La joven de 28 años revolucionó las calles de Comodoro tras superar el linfoma de Hodgkin y su caso trascendió en los medios nacionales.

sábado 10/06/2023 - 10:16
Compartí esta noticia

Una revolución se vivió sobre las calles céntricas, señala Clarín. Muchos vecinos sabían el motivo. Otros, se fueron enterando en el mientras tanto. «Última quimio, vencí el cáncer», se leía bien grande en la parte trasera del vehículo. Y de repente, una persona se asomó por la ventanilla con globos en sus manos. Era Jenifer Quevedo (28), una joven querida en el barrio que venció el linfoma de Hodgkin y lo celebró con toda la gente que la acompañó durante más de un año de lucha.

Todo comenzó en marzo del año pasado. La joven chubutense fue al médico porque tenía dolor de muelay pensó que era una infección. Una inflamación en el cuello la hizo dudar y la doctora que la atendió le dio un panorama poco alentador. «Me mandó a hacer una tomografía y me salió que tenía ganglios. Ahí arrancó toda la pesadilla», le cuenta Jenifer a Clarín.

Se tuvo que someter a dos operaciones de cuello para extraer esos ganglios. La espera de los resultados fue eterna hasta que escuchó lo que nunca hubiese querido: cáncer de linfoma de Hodgkin, una enfermedad relacionada a células cancerígenas en el sistema linfático. Era hereditaria. Tiempo atrás, dos tíos de su lado paterno habían fallecido por esa misma infección que comienza en los glóbulos blancos.

Fueron tratamientos, tomografías y rayos sin respiro en el Hospital Regional hasta que empezó con la quimioterapia ahí mismo, en el centro oncológico. Su angustia aumentó cuando le llevó los análisis a la especialista. «Me dijo que mi caso era muy difícil porque tenía 18 ganglios y el 90% del cuerpo tomado», recordó. Cuello, ingle, axilas y tórax eran algunas de las partes afectadas.

«No lo podía creer. Estaba con mi vida normal, jamás me lo imaginé. Le decía a la doctora que yo me sentía bien y no entendía cómo no había alternativas para curarme», expresó sobre su primera reacción.

La profesional le respondió que se podía recuperar pero que «iba a ser difícil y requería de paciencia para afrontar un proceso largo».

De un día para el otro, su vida dio un giro de 360°. Tuvo que dejar de trabajar en atención al público, ya que cualquier virus que se pudiera contagiar resultaría mortal. Tampoco pudo seguir entrenando, otra de sus acciones diarias. Entonces, se las tuvo que rebuscar con actividades en su casa como vender ropa.

Muchos le aconsejaban viajar a Buenos Aires para atenderse. Sin embargo, ella confió en los médicos provinciales. Además, no quería afrontar la situación lejos de su círculo íntimo: «Soy muy familiera y no hubiese podido estar lejos de todos. Creo que hubiese sido más difícil sin el cariño y el apoyo de ellos», confió Jenifer, quien también se refugió en la religión ya que se define como «muy creyente».

«Mi vida cambió un 100%. Un día me levantaba bien y positiva. Al otro, ya no quería levantarme de la cama. Lloraba, estaba enojada y de malhumor, algo que nunca me caracterizó porque siempre le busco el lado bueno a todo. Pero me preguntaba ‘por qué me pasó esto a mí’. Veía a mi hijo y lloraba», describe sobre esos instantes de zozobra.

Se la nota emocionada al hablar de Nehemias, su mayor debilidad. «¿Cuándo termina, mamá. Cuántas quimios faltan?», le preguntaba constantemente. Si bien lo define como «una personita callada a la que le cuesta decir lo que siente», destaca que un simple gesto le valió más que mil palabras. Ese gesto fue un abrazo.

«Me dijo todo con un abrazo. Desde que empecé con la quimio, él se angustió más que nadie. Tenía 10 años y era todo miedo y preguntas. Me cuidó y atendió un montón. En sus abrazos sentía alivio y tranquilidad. Mi hijo fue el gran motivo por el que pude salir adelante», remarca.

Al momento de arrancar con la quimioterapia, la caída del cabello fue lo que más le afectó psicológicamente. «Con 28 años no me quería quedar pelada, andar con pañuelo en la cabeza, no quería nada de eso. Dije ‘qué feo, qué va a decir la gente'». Ese fue su primer pensamiento.

Poco después, reflexionó: «Se me cayó en la primera quimio nada más. Después me di cuenta que no me importaba nada lo que me pase con mi pelo, el aspecto físico ni el qué dirán. Sólo quería curarme y nada más».

Los meses pasaban y algunas sesiones se demoraban. Es que siempre tenía que hacerse análisis de sangre previos. Algunos de ellos le terminaban dando mal por tener bajas las defensas. «No aguantaba más, no quería pincharme ni una vez más. Era todo sufrimiento», relata con la voz entrecortada.

Hasta que llegó una fecha especial y que quedará marcada en su memoria. El viernes 27 de enero -día previo a su cumpleaños- la doctora vio su última tomografía y le adelantó algo que hasta ese momento parecía inimaginable.

«Me dieron la noticia de que faltaba poquito para terminar con las quimio porque se me estaba yendo todo. Fue un hermoso regalo de cumpleaños», bromea.

Compartí esta noticia