El peronismo puesto a prueba con la llegada de CFK al Congreso

“Los peronistas somos como los gatos, cuando gritamos piensan que nos peleamos pero nos estamos reproduciendo”, gustan decir los compañeros justicialistas. En la coyuntura se pelean bastante (como perros y gatos) y se reproducen poco…

domingo 10/12/2017 - 12:35
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“Los peronistas somos como los gatos, cuando gritamos piensan que nos peleamos pero nos estamos reproduciendo”, gustan decir los compañeros justicialistas. En la coyuntura se pelean bastante (como perros y gatos) y se reproducen poco o nada. La derrota electoral aceleró un proceso de división que se inició antes, acaso a fines de 2011.

Según publica este domingo el diario Página 12, la historia comprueba que el peronismo remontó muchos traspiés, que volvió cuando se lo daba por extinguido. Su perdurabilidad es quizá única si se lo compara con movimientos populares análogos de otros países. Pero resiliencia no equivale a eternidad: la diferencia tal vez pasa por la capacidad de reorganizarse y construir una alternativa con viabilidad electoral al macrismo.

La referencia a la unidad es constante, aunque sujeta a tantas reinterpretaciones como enunciadores. De momento el pan peronismo es un archipiélago con pocos puentes.

El kirchnerismo es la única facción de alcance nacional y la senadora Cristina Fernández de Kirchner la figura más destacada del conjunto, la única presidenciable, la más votada en octubre. Perdió en las elecciones, que también fueron adversas para muchos gobernadores justicialistas que la rechazan (cuando no la odian) e imaginan alquimias sin Unidad Ciudadana (UC). Las proyecciones numéricas sugieren que UC no se basta para derrotar al presidente Mauricio Macri en 2019 y que el resto del peronismo yendo por su lado tampoco. O menos.

Mientras sus rivales vaticinan el fin del peronismo, la fantasía añeja de la derecha, se ha puesto de moda fabular roscas entre dirigentes, armados prematuros para dentro de dos años. Ingenierías más propias del TEG que de la política de masas.

Por ahí, parte de la compleja clave para volver (con Frente y marchita) finca en reencontrarse o recrearse para reconciliarse con los sectores medios y bajos que le dieron la espalda hace dos meses y hace dos años. Crecer en varias capas de la base social, antes que acordar en una mesa.

En el ínterin, priman los desempeños en espacios institucionales: el Congreso nacional, gobernaciones, intendencias, sindicatos, la CGT, la CTA más afín, un sector de los movimientos sociales. Un punto de apoyo, algo de poder vale oro en política. El llano es árido y quienes lo fatigan padecen síndrome de abstinencia. Celulares que no suenan, medios que convocan solo cuando faltan otros entrevistados…

El Parlamento será un escenario atractivo para convivir, articular o diferenciarse. El ingreso de CFK lo convulsiona porque su peso específico es indiscutible, aunque sea segunda minoría en Buenos Aires y su bloque el tercero en la Cámara Alta.

Negociar es uno de los deberes de quienes representan a otros en el sistema democrático. Desarrollar tratativas con el Gobierno o las patronales no es desdoro. Solo la intolerancia o el sectarismo empujan la descalificación al “otro” por regatear, pactar, articular. La desconfianza o el desdén para quienes juegan en otras ligas constituyen soberbia y falta de aptitud para confluir.

Los movimientos sociales funcionan con prestaciones del Estado, básicamente en dinero. Nadie se vende por eso.

Los gobernadores interactúan con la Casa Rosada, en ésta y otras administraciones. Las limitaciones financieras inciden en la pulseada. Son contadas las provincias que no necesitan pedir anticipos a la Nación alrededor del 20 de cada mes. El condicionamiento restringe su margen de acción, lo que no equivale a entregarse.

La fragmentación “funcional” se cruza con la política, la complejiza.

El peronismo atomizado es funcional al macrismo que ocupa pole position para las próximas presidenciales. Es realista admitirlo lo que no autoriza al derrotismo anticipado. Todo cambia en un mundo volátil y en un “modelo” insustentable social y económicamente. Esperar que el oficialismo caiga como una fruta madura, apostar a la crisis es errado, además de ruin. Las crisis castigan más a los humildes y sus salidas son a menudo caóticas y reaccionarias. El rol de una oposición democrática es anticiparla, amortiguarla, entre otros modos ofreciendo una alternativa a la sociedad civil.

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