El efecto dominó de los bajos precios del crudo

Hace tres años llenar el coche de gasolina le costaba a una familia estadounidense el doble que ahora y la probabilidad de que algún habitante de la casa estuviera en el paro era mayor: la…

lunes 22/02/2016 - 9:47
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Hace tres años llenar el coche de gasolina le costaba a una familia estadounidense el doble que ahora y la probabilidad de que algún habitante de la casa estuviera en el paro era mayor: la tasa de desempleo era de casi el 8%, mientras que ahora está en el 5%. Y, aun así, si esa familia atiende a lo que cuenta la prensa económica o lo que ocurre en Wall Street, tendrá que temer que la caída del precio del petróleo puede acabar por pasarle factura.

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El crudo ha preocupado con más frecuencia por sus precios altos, pero la senda bajista que arrastra desde hace más de un año ha dejado pocas alarmas que disparar en Estados Unidos: las de las empresas, las de los bancos que les prestaron el dinero, las de los gobiernos y hasta las de sus supuestos beneficiarios.

Los habitantes de Alaska, por ejemplo, disfrutan de un combustible más que barato gracias a que el precio del crudo está en el mínimo en 12 años, mientras se genera un déficit público de 3.500 millones de dólares (ni más ni menos que un tercio de su presupuesto), ya que las finanzas públicas del Estado se nutren principalmente de lo recaudado de ese negocio. Hace un par de años, en sus arcas no se vislumbraba esta sequía.

El auge de la energía creó casi 400.000 puestos de trabajo en Estados Unidos entre 2004 y 2014, pero en los últimos 14 meses se han evaporado unos 200.000. Solo el pasado enero, se perdieron 30.000. Samson Resources, Pro-Stim, Energy Transfer, Paragon… Nuevas compañías del mundo del fracking —una técnica de fractura hidráulica para extraer gas— han ido cayendo o recortando su actividad y dejando especialmente heridas las zonas que hasta hace poco se frotaban las manos, como en los territorios de Texas o Dakota del Norte.

Algunos tipos de petróleo en este Estado están ya tan bajos de precio que a unos cuantos productores se les ha llegado a pedir dinero, en lugar de pagarles, por extraer el crudo. El barril cuesta un 70% menos que hace año y medio, principalmente porque la oferta supera con creces la demanda. El crédito fácil alentó las perforaciones y generó el mayor volumen de producción en Estados Unidos en décadas, un patrón inquietantemente parecido al de otras burbujas.

El efecto dominó de los bajos precios del crudo

La caída del llamado oro negro está contaminando a la banca y a los mercados, enredados en una mezcla de razón y de histeria, con una duda de fondo: si la burbuja tecnológica y la inmobiliaria condujeron a otra recesión, ¿podría ocurrir lo mismo con esta? Ahora no parece probable, el dinero comprometido es inferior.

El último informe de Goldman Sachs lleva un título significativo: Nada que temer salvo al miedo en sí. Para el banco, las turbulencias de los mercados de los últimos días ignoran que la banca tiene liquidez suficiente para capear el temporal, que los impactos negativos del crudo barato ya han actuado (y no parecen sistémicos) y el frenazo chino no ha puesto a Estados Unidos en peligro de recesión.

Los analistas de la entidad calculan que la deuda en riesgo en caso de un hundimiento en el mercado del petróleo asciende a unos 250.000 millones de dólares, una cantidad lejana a las proporciones que convierten una crisis en sistémica, es decir, del desastre hipotecario que hundió a la banca en 2008. En China, la deuda comprometida está contraída principalmente en yuanes y no llega al 10% de su pasivo.

La correlación entre acciones y crudo ha sido casi absoluta desde finales de año, si caía el precio de uno le seguía el descenso de las empresas en el parqué, lo que tiene una explicación lógica hasta cierto punto, por el peso de las petroleras en Wall Street. Pero algo ocurre cuando el resto de compañías que supuestamente se benefician de unos costes energéticos bajos también se ven arrastradas a la baja.

Efectos positivos

Los datos de consumo de petróleo hacen pensar que los problemas están en el lado de la oferta, en el tirón que la industria estadounidense dio a la fractura hidráulica o la reactivación en Irak. Con la caída de inversiones y la destrucción de empleo, los efectos positivos parecen mucho menos llamativos, pero los hay: Estados Unidos no deja de ser un importador neto y apenas ha empezado ahora a exportar algo de crudo.

Han sufrido las grandes productoras. Las ganancias de Chevron se hundieron el año pasado, hasta un 75%, y las de la primera petrolera por capitalización bursátil, ExxonMobil, menguaron a la mitad. ConocoPhilips perdió más de 4.000 millones. Pero el parte de guerra es peor fuera de los gigantes de Wall Street: Haynes & Boone calcula que medio centenar de empresas de gas y petróleo estadounidenses han quebrado desde el arranque de 2015, con una deuda de 17.300 millones de dólares.

“La corrección entre el petróleo y las Bolsas no es ahora como en el pasado. El precio baja en un momento de corrección del mercado que muchas multinacionales y personas que trabajan en esas multinacionales temían”, apunta Chris Christopher, de IHS Global Insight.

La fortaleza del dólar, además, encarece las exportaciones. “En general, este abaratamiento del crudo está ayudando a la gente a gastar”, añade Christopher. “De media, tienen entre 700 y 750 dólares más para gastar en el bolsillo de los que tenían en 2014. Eso ayuda algo, aunque el ambiente les ha llevado a ahorrar en la recta final del año”.

Aun así, la mayoría de fuentes consultadas coinciden en ver una “sobrerreacción”. Para Alexander Lin, de Bank of America, “el pesimismo y los miedos a una recesión son excesivos”. Ya ha pasado, dice, lo peor de los tres grandes dolores de cabeza de la economía estadounidense, a saber las existencias de petróleo, la caída de la inversión en el sector y el lastre a las exportaciones por la fortaleza del dólar. La amenaza del frenazo chino no es crítica porque los vínculos comerciales no son tan fuertes.

La inquietud en los mercados también se explica por el hecho de que las compañías energéticas tienen hoy un peso muy superior al que tenían en el último gran descalabro del petróleo, entre 1988 y 1999. De aquella crisis surgió la fusión entre Exxon y Mobil. Esta vez, con la gran excepción de la compra de BG (British Gas) por parte de la compañía anglo-holandesa Royal Dutch-Shell por la friolera de 82.000 millones de dólares, ha habido de momento poca cosa: solo 14 acuerdos de más de 1.000 millones, frente a los 46 del año anterior, según los datos de la consultora Wood Mackenzie, según informó el portal El País.

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