Chubut grita por la Paz Social

Tras jornadas de protestas con métodos antidemocráticos, represiones severas y cánticos que atentan contra la institucionalidad en la provincia, hay un valor que nos mantiene en pie y que todos los sectores deben velar por…

lunes 20/12/2021 - 0:30
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Tras jornadas de protestas con métodos antidemocráticos, represiones severas y cánticos que atentan contra la institucionalidad en la provincia, hay un valor que nos mantiene en pie y que todos los sectores deben velar por sostenerlo: la Paz Social.

Columna “De Puño y Letra”, diario El Chubut

El único bien tangible que por estas horas se impone como valor fundamental, la paz social. Chubut, sus ciudadanos, las ciudades que habitamos, las decenas de miles de familias que miraron con asombro cómo la violencia arrasó con fuego y destrucción cuanto edificio público encontró a su paso. Todos los que vivimos y trabajamos en esta provincia castigada una y otra vez, necesitamos de la paz social. Y es urgente que luego de los episodios tristes de la semana pasada, la dirigencia política encuentre el camino que garantice la tranquilidad de los chubutenses. Tienen el gobierno, la Legislatura, los intendentes, los concejos deliberantes, la Justicia, los sindicatos, las empresas, las herramientas para garantizar esa paz. Pero para ello deben despojarse cada uno de quienes ocupan un lugar de responsabilidad, de los intereses sectoriales, políticos, personales, económicos, incluso especulativos, que les llevaron a tomar una u otra posición en estos días de furia por la ley de zonificación minera.

La violencia no es un fenómeno de generación espontánea. Siempre hay un germen. Lamentablemente, Chubut arrastra múltiples historias en las que las pedradas, el fuego, los destrozos, e incluso las muertes fueron utilizadas como herramientas de acción política. Hemos ido naturalizando la violencia como modo de actuar, por años. Huelgas salvajes, piquetes, “aprietes”, cortes de ruta, incendios, ocupaciones ilegales de tierras. Fueron una postal de los últimos años. El sábado mismo por la noche, grupos de vándalos destrozaron la Municipalidad de Trelew a pedradas. Volvían al corazón de la Plaza Independencia a surtirse de más proyectiles, y a seguir la fiesta. Probablemente, algunas de esas personas no hayan tenido oportunidad de tener una buena educación en una ciudad que -de seguir el actual estado de cosas- se convertirá en una gran villa miseria más temprano que tarde. Tampoco han tenido estos grupos violentos, el más mínimo sentido crítico para discriminar lo que está bien, de lo que está mal. Muchos vecinos pasaban por el lugar, como testigos azorados de lo que ocurría. Nadie atinó a mover un dedo. En estos días violentos, hemos visto inclusive en numerosos videos, a “manifestantes” cuyas acciones sólo podrían explicarse en la locura criminal, o en el consumo de sustancias prohibidas.

Hoy, la situación está a punto de desbordarse. Una chispa puede encender un fuego interminable. Y es por ello que los dirigentes, funcionarios, referentes, empezando por el gobernador Mariano Arcioni, deben garantizar un camino a la paz social.

Es cierto que en los desmanes que ocurrieron desde el miércoles hay responsabilidades políticas, civiles y penales. El incendio en la Casa de Gobierno tomó a unos sesenta policías en el patio interior, ahogados de humo y fuego. Muchos de ellos eran apenas cadetes. Los tuvieron que evacuar por los techos. Y hay que agradecer que hasta este domingo no hubo muertos. Pero será la Justicia la que deba discriminar a culpables, de quienes no lo son.

Está claro que no es lo mismo la protesta pacífica de miles de ciudadanos que salieron a manifestarse contra la minería, que aquéllos que habrían sido “alimentados” probablemente desde Trelew, según creen en el Gobierno y en parte del peronismo, por sectores políticos claramente identificados. El trotskismo, la izquierda más radicalizada e irracional, los violentos que anidan en expresiones antidemocráticas, más los grupos de la marginalidad oscura que son usados y clientelizados por algún sector del peronismo, no tienen puntos en común con estatales, universitarios, maestros, vecinos y gente común convencida de que no debe haber minería en la provincia y que salió a manifestarse en paz y de manera legítima. Los vecinos de Trelew fueron testigos de cómo una parte de la política pagó colectivos, logística, movilidad y comida, a los grupos insurgentes. La interna peronista local y nacional y las necesidades de algunos referentes, se mezcló con la nitroglicerina. Ahora, la verdadera prueba de fortaleza será sobreponerse a odios, traiciones, la grieta minería-antiminería, los enojos del Gobierno con algunos intendentes -y viceversa- y poner la paz social por encima de todo. A la vez, hay que dejar que la Justicia haga su trabajo, identifique y castigue a los culpables de los destrozos. Pero también a los autores intelectuales, y a quienes favorecieron el festín de fuego y piedras contra los edificios que albergaban la institucionalidad de la provincia.

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