También corrieron bomberos, policías, brigadistas y funcionarios. Pero aunque quisieron, ninguno llegó a tiempo. En un cuarto de hora, el viento cambiante y las llamas que originaron cuatro chicos que trataban de exterminar un nido de abejas de las denominadas “chaquetas amarillas” se encargaron de cambiarle el color al paisaje y la vida a la gente.
Para muchos, fue uno de los peores incendios de los últimos años. Tal vez no por su extensión o duración. Sino como estalló. Como se convirtió en un verdadero infierno antes que nadie pudiera hacer algo para pararlo. Nadie estaba tranquilo ayer al atardecer en ambos pueblos de la comarca. El fantasma de una nueva resurrección del fuego, golpeaba en la mente aún de aquellos que lo habían perdido todo. Los brigadistas trabajaban a destajo en las laderas tratando de terminar con los últimos focos, pero la temperatura seguía subiendo y los remolinos de viento daban escalofríos cada vez que atravesaban los extensos bosques.
El incendio tuvo una extensión total de 30 kilómetros. Y aún no se sabe cuantas hectáreas de bosques consumió. Hubo en total 70 familias evacuadas que lentamente volvían a sus hogares. Y 10 viviendas totalmente destruidas, además del edificio de un restaurante. El fuego está controlado pero aún puede reavivarse. Mucho dependerá del clima.
El intendente de Lago Puelo Iván Fernández dijo que en algún momento “sintieron impotencia” y que por la noche del martes “el espectáculo fue dantesco”. En Puelo, el fuego llegó hasta las mismas puertas de la zona urbana. Pero no causó mayores daños. Las pérdidas principales se encuentran en el ejido de El Hoyo, sobre todo al costado de la ruta 40.
Causa impresión ver cientos de metros de bosques de cipreses y coníferas absolutamente quemados. “El agua no llegaba a hacerle ni sombra al fuego”, agregó Fernández.