Quién es la “Abuela Lalala” que revoluciona las redes

Cristina, una mujer de 76 años del barrio de Liniers, que se hizo famosa por festejar los goles de la Selección en la calle con los “Pibes de Luro”, quienes la bautizaron abuela e inventaron…

domingo 18/12/2022 - 8:23
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Cristina, una mujer de 76 años del barrio de Liniers, que se hizo famosa por festejar los goles de la Selección en la calle con los “Pibes de Luro”, quienes la bautizaron abuela e inventaron el cantito que está en boca de todos, dice que ella no es abuela.

Abuela nació en el año 1946 en la ciudad de Buenos Aires. Abuela es la mayor de tres hermanas y tuvo dos abuelas maravillosas que le enseñaron el valor del trabajo. Abuela consiguió un empleo apenas terminó el secundario y en la entrevista le preguntaron si tenía experiencia. “Qué experiencia querés que tenga si acabo de terminar el colegio”, respondió ella, publica Infobae.

Le tomaron una prueba de escritura a máquina y la contrataron. Abuela nació en la casa de la partera porque así era en ese tiempo y creció en el barrio de Almagro, pero la vida la llevó a Liniers, donde la vida le guardaba una sorpresa. Abuela es hincha de Boca y ama a Lionel Messi, pero no ve los partidos por cábala. Abuela es además una cábala en sí, cada vez de más gente. Pero Abuela no es abuela, o más bien Abuela dice que ella no es abuela. Tiene ese defecto: dejarse tomar demasiado por la realidad, desconocer que una patria puede tener padres y puede tener madres y puede tener también, elegidas por su pueblo, abuelas. Como ella.

Esta no será una nota periodística tradicional, querido lector. No esperé eso en estas líneas sino apenas una aproximación a la mujer detrás del fenómeno. Un fenómeno que no buscó y que mágicamente provocó. “Abuela, lalala lala. Abuela, lalala lala”. Un auto pasa por la esquina de Andalgalá y Caaguazú y toca bocina en un compás de tres mientras baja la ventana y dice: “gracias por llevarnos a la final, abuela”. Abuela -Cristina- levanta los brazos y saluda.

Da palmadas y da sonrisas y da amor. Una sola cosa no da: su apellido. Temerosa de qué alguien quisiera hacerle algún mal, prefiere guardar su identidad completa, su dirección, incluso a veces su rostro. Y en ese temor, Abuela vuelve a agitar las panderetas de la mística y al suprimir parte de su nombre, agiganta parte de su mito.

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