Las pasiones no se explican, se viven. Y si hay un club que puede llevar a sus hinchas al límite de la locura, ese es Boca. A veces es gritar un gol hasta quedarse sin voz, otras veces, dejarlo todo… literal.
Esto es lo que hizo un hincha neuquino que decidió dar el paso más jugado, en un contexto nada fácil: renunció a su trabajo en una empresa de servicios petroleros, para poder viajar a ver al Xeneize contra Bayern Múnich de Alemania, en el Mundial de Clubes. Sin vacaciones, sin licencias, sin permisos, pero con una certeza inquebrantable: estar donde juega Boca lo vale todo para este fanático centenariense.
“Yo renuncié a mi trabajo para venir a ver a la Boquita acá”, tiró, mientras el fervor azul y oro lo envolvía. Y agregó: “No tenía vacaciones, no tenía nada… pero ya está, no importa el chat, no importa nada”.
La escena ocurrió mientras buscaba “la burra”, es decir, la entrada o la forma de colarse, en el folclore popular del hincha argento. Ansioso y un poco ¿resignado?, pero con una declaración poderosa y visceral: “Soy el beso de mi mamá,pero también soy el beso de mi hijo. Un abrazo muy grande para todos y ¡dale Boca, la puta madre que los parió!”.
Desde Centenario, provincia de Neuquén, con el viento patagónico todavía en la ropa y el amor boquense en la piel, este hincha parece resumir una devoción que no sabe de lógicas. Es una historia de las que se podrían contar en la previa, en las tribunas, en los asados con amigos. Una historia de esas que se vuelven anécdota de vida.
Y mientras tanto, sigue buscando «la burra». Porque como él dice, “ya va a salir”. Porque si algo saben los hinchas de Boca es que con fe, con aguante, con locura, todo llega.
