Ni Macri ni Cristina: Francella 2023

Todos van por todo, pero hay uno que lleva gran ventaja y podría desbancarlos de un plumazo. Así es: “Francella presidente 2023″ o, mejor dicho, Eliseo, el portero de la serie El encargado, descarnada pintura…

sábado 19/11/2022 - 15:11
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Todos van por todo, pero hay uno que lleva gran ventaja y podría desbancarlos de un plumazo. Así es: “Francella presidente 2023″ o, mejor dicho, Eliseo, el portero de la serie El encargado, descarnada pintura de la argentinidad al palo.

No es para nada curioso que, en las últimas semanas, una serie y una película –Argentina, 1985– se hayan convertido en motivo de debate y hasta de enfrentamientos entre los que las defienden y las critican, publica La Nación.

La película interpretada por Ricardo Darín nos lleva a aquel pasado cargado de futuro, a la ilusión de un país mejor, cuando aspirábamos a que primara la verdad, que la Justicia fuera justa, los culpables castigados y los vivillos murieran de vergüenza, con la lección aprendida.

La serie interpretada por Francella, en cambio, muestra lo que lamentablemente se ha ido consolidando entre nosotros para que los astutos se encaramen y los vivillos se conviertan en poderosos, avalados por habitantes de un edificio demasiado condescendiente –cuando no anestesiado– frente a la injusticia, el latrocinio, la falta de palabra, la mentira y la traición. Un conglomerado de gente con flojedad de criterios y palabra inconsistente. Un consorcio que, con la misma fruición, usa el voto para obtener beneficios como para castigar. Una asociación con ínfulas de nobleza, pero con gente más versátil que contorsionista de circo. Una extraña parentela obligada a compartir espacios comunes, pero absorta en su ombliguismo.

Sin ánimo de “spoilearle” la serie, querido lector, si es que todavía no la vio, en ella va a encontrar no pocas similitudes con la vida real. Hallará al adolescente eterno que no estudia ni trabaja, pero que se la pasa de fiesta con los dineros que los papis le dejaron en la cuenta. Algún día, tal vez llegue a diputado.

Se va a topar con el técnico que carga sobreprecios y paga comisiones para obtener trabajos, construir o reparar. Y no se llama Lázaro, precisamente.

Está el que pretende hacer creer que les saca a los ricos para darles a los pobres, a los que mantiene pobres porque le son funcionales. Yo no dije kirchnerismo. Eso lo pensó usted, mi amigo.

En 11 capítulos de 25 minutos de la primera temporada, va a detectar al que usa la vivienda de otro para subalquilarla o para su propia satisfacción aun a riesgo de que lo descubran y se le pudra el rancho. No se confunda: la historia transcurre en un departamento de la Capital Federal, no en una quinta en Olivos.

Aparece la parejita amorosa que le da trabajo en negro a la hija de la empleada a la que también negrearon como si fuera una “Victoria”.

Le va a resultar simpático el administrador del consorcio, que juega para el presidente hasta que pierde el poder y rápidamente se pasa de equipo. Ese tipo es una maza (con “z”).

Ni qué decirle del personaje de antología que cuenta la muerte de la esposa de forma diferente cada vez. Un maestro del relato al que escuchan embobados los compradores de relatos. O del padre sindicalista y extorsionador con una hija tanto o más extorsionadora que él. A falta de camión, tiene un auto de alta gama.

Ese consorcio, como la vida misma, cuenta con todo lo que se le ocurra: la artista grandecita que no se resigna al silencio y busca cobrarse supuestas deudas de las formas que fueren; el hacendado extorsionado por el servidor supuestamente fiel; el delincuente útil al que, por pura conveniencia, urge asistir en vez de denunciar; la pareja deconstruida que construye ilegalidades; la familia hiperreligiosa postrada a los pies del mismísimo diablo; el abogado cuervo que enseña al hijito a ser cínico, pero al que le repugna el cinismo ajeno.

Toda una fauna riquísima para el estudio psicológico y la charla de café. Una soberbia caracterología de la propia soberbia argenta.

Un club de enemigos íntimos aparentemente indomable, salvo para una persona: el encargado de administrarles la vida tratando de que todo funcione aun en medio de las más grandes miserias humanas. Un Eliseo: la envidia menos sana, el espejo en el que les gustaría verse reflejados a muchos de los aspirantes que pretenden manejar nuestro consorcio de votantes en 2023.

Lejos de la verba inflamada de algunos y de las frases robadas a los sobrecitos de azúcar de otros, Eliseo tiene la llave para aferrarse al poder sin ser tumbado por la novedad o por tercerizaciones inquietantes. Es tan poderoso que es el único que ya consiguió la reelección. Va por su segunda temporada. De la serie, claro.

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