Logró un récord escalando el Aconcagua, sufrió un grave accidente y un insólito objeto le salvó la vida

Emilia Pachado había empezado una dura preparación para escalar las siete montañas más altas del mundo. En una de sus experiencias extremas, una grave tormenta les congeló los pies y la dejó al borde de la muerte, pero su compañera de vida logró que se salvara.

domingo 17/03/2024 - 18:17
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“Hulk, voy a volver a buscarte”, dijo Emilia Pachado mientras bajaba del volcán Ojos del Salado, ubicado en el límite entre la Argentina y Chile. Claro, no bajaba de una manera convencional: tenía los pies congelados, apenas podía mover sus piernas y era asistida por un grupo de gendarmes que luego le confirmaron que tenía un principio de hipotermia. Hipotermia que le provocó estar casi un mes en terapia intensiva, al borde de la muerte.

¿Quién es Hulk? Se trata de la bicicleta con la que Emilia decidió subir el volcán y que la acompañó en los momentos más delicados de su escalada, incluso cuando varias veces se le cruzó por la cabeza que no iba a poder salvarse.La historia comenzó en marzo del año pasado, cuando Pachado decidió escalar el volcán Ojos del Salado como una especie de preparación para cumplir su sueño de subir las siete montañas más altas del mundo. Ya había tachado a una de esa lista, con récord incluido, cuando se transformó en la primera mujer sola en hacer la cumbre del Aconcagua. En aquella oportunidad, tuvo que dejar a Hulk en un campamento.

Para esta nueva aventura también armó el viaje en solitario, sumó a su bicicleta, eligió la ruta mas compleja y se puso como objetivo llegar a la cima, que tiene apenas 70 metros menos que el Aconcagua. “El camino es parecido pero con dificultades mucho peores”, contó a TN.

Su método de escalada fue un tanto particular: “Yo viajaba haciendo postas, primero llevaba a la bicicleta, la dejaba y volvía a buscar las otras cosas. El GPS me marcó que caminé 168 kilómetros”.

(Foto: gentileza Emilia Pachado).
(Foto: gentileza Emilia Pachado).

No habían pasado ni cinco días de la aventura en montaña para Emilia que comenzó un verdadero suplicio en materia climática. Las constantes tormentas de nieve la obligaron a aminorar el ritmo y la idea de llegar a la cima se frustró. “Llegó un momento en que pensé en terminarlo ahí”, reconoció.

La joven de 30 años todavía no había llegado al campamento base, ubicado camino a la cumbre del volcán, cuando las tomentas no le dejaron más opción: “Volver por la misma ruta se me iba a hacer muy complicado, entonces decidí seguir hasta el campamento porque pensé que iba a haber gente”.

La sorpresa -para nada grata- llegó ni bien entró en el campamento: “No había nadie. Ni una carpa, ni una persona. Pensé que me había equivocado de ruta, pero después me enteré que por el clima muchas personas finalmente decidieron no subir”.

Absolutamente incomunicada y sin saber cómo iba a seguir el clima, tomó una decisión que ella reconoce como incorrecta: ir hasta la cumbre. “Me deshice de mucho peso, enterré mucha comida de la que tenía e hice una montaña de piedras para marcarlo”, contó.

“Me fui con Hulk, empecé a subir y obviamente las tormentas nunca pararon”, adelantó Emilia. El clima la obligó a acampar a mitad del camino, antes de llegar a otro de los campamentos, y recién al otro día avanzó directamente contra la cumbre.

Fue entonces que dejó la carpa armada y se fue, con muy pocas cosas encima: “No llevé ni el anafe ni nada”, relató. La nieve le cubría las rodillas cuando se desató, lo que ella considera como la peor de las tormentas que sufrió.

(Foto: gentileza Emilia Pachado).
(Foto: gentileza Emilia Pachado).

Comenzó a hundirse en la nieve y dejó de ver dónde podía pisar. La tormenta era tal que no le permitía ni subir a la cumbre ni volver al campamento. En la desesperación, encontró una cueva en la que pudo refugiarse: “Era de un metro por un metro”, detalló.

“Me metí, saqué la nieve y puse la mochila como puerta. No podía subir ni bajar, quería esperar a que la tormenta pasara y no pasaba. Se hizo de noche, seguía nevando y me metí adentro de una bolsa de emergencia que son de rescate”, contó Emilia. Al mismo tiempo, en ese momento sintió el primer dolor en el pie: “Fue como si me clavaran un cuchillo”.

Pasó la noche en la pequeña cueva y al día siguiente el cielo estaba despejado, por lo que tomó -según ella- “la mala decisión de seguir subiendo”. La nieve era cada vez más profunda y tuvo que ingresar en un refugio de piedras incluso menos reparado que el anterior.

(Foto: gentileza Emilia Pachado).
(Foto: gentileza Emilia Pachado).

Ahí entró en escena Hulk, para volverse trascendental. “La puse como pared, le puse nieve y piedras para que me protegiera y pudiera pasar la noche. No sentía los pies”, decribió la oriunda de Lonchamps. Lejos de amedrentarse ante la situación, decidió escalar los últimos metros hasta la cumbre.

“Me faltaban 50 metros para llegar vi que se empezaban a amontonar las nubes. Llegué a la cima, le saqué foto al GPS, me saqué una foto en la cumbre y volví rápido. No pude disfrutar el haber llegado a la cumbre. Lo quería lograr con Hulk y no pudo ser”, contó.

Cuando comenzó el descenso por la montaña empezó la verdadera pesadilla. La tormenta que se avecinaba a sus espaldas la rodeó y trató de bajar a toda velocidad para recuperar su bicicleta y llegar al campamento, donde iba a pasar la noche más segura. Pero nada de eso pasó.

La bicicleta la encontró, pero no pudo llevársela porque estaba congelada: “Era una piedra, empecé a golpear el hielo que se había formado, pero las ruedas estaban congealadas y estaba en el medio de la tormenta. Llevaba dos días sin estar en carpa y le dije a Hulk que no podía bajar con ella”.

La nieve era cada vez más espesa, los pasos que hacía eran cada vez más cortos y la noche se avecinaba. Emilia reconoció que en ese momento pudo haberse hundido en la nieve y no salir nunca más. Logró refugiarse en una zona en la que había más hielo, pero ahí volvió a accidentarse.

“Sentí un ruido horrible, se partió el hielo y no había nieve. Mi pierna derecha cayó adentro de la grieta y di un cabezazo contra el hielo, todavía no recuerdo si me desmayé, porque cuando reaccioné eran las 11 de la noche”, relató.

(Foto: gentileza Emilia Pachado).
(Foto: gentileza Emilia Pachado).

Cuando quiso salir, tres horas después de haber quedado atrapada, buscó llegar a unas piedras y el hielo volvió a partirse. “La rodilla me giró por completo, golpee peor y me estaba hundiendo. No puedo explicar el dolor que tenía, en medio de la tormenta”, contó.

Fue en ese momento en que se le cruzó por primera vez el pensamiento de que no iba a sobrevir: “Pensé que me había quebrado las dos piernas, no pude volver a pararme y las piedras más cercanas estaban a 100 metros.

Logró llegar a las piedras arrastrándose y con el pecho pegado al hielo. Dos bastones para escalar le permitieron pararse como podía y así fue que logró llegar a la carpa. “Solo quería sacarme las botas porque presentía que algo en los pies andaba mal”, explicó Emilia.

La odontóloga de 30 años logró correr la lengueta de las botas y se encontró con un aro de hielo que le rodeaba todo el tobillo y no le permitía sacarse el calzado. “Cuando logré romperlo y sacar los pies, estaban en negros. Ahí pensé que me los tenían que cortar”.

Prender el anafe a gas que tenía adentro de la carpa le sirvió para calentarlos y para poder dormir, sin saber lo que iba a ocurrir al día siguiente. Cuando se despertó, nada había cambiado. Es más, la situación era peor: “Tenía los pies cada vez más negros”.

De manera casi incosciente, recordó que le había prometido a su bicicleta que iba a regresar a buscarla ese mismo día. Juntó coraje y volvió a subir esos 100 metros que la separaban de Hulk. “Daba un paso y lloraba del dolor, arrastraba las piernas y me apoyaba en los palos. Empecé a las 12, eran las 6 de la tarde y llevaba la mitad del camino”.

(Foto: gentileza Emilia Pachado).
(Foto: gentileza Emilia Pachado).

Pasadas las 11 de la noche se rindió y no pudo buscarla más. Se puso como última meta llegar hasta unas piedras que habían metros arriba. Casi como un último intento, y lo logró. “Estaba completamente congelada. Yo lloraba y festejaba al mismo tiempo”.

A la 1 de la mañana emprendió el descenso con un único objetivo: poder dormir en la carpa. Tardó mucho tiempo en encontrarla, se desorientó y otra vez se le cruzó por la cabeza. Recién a las 7 de la mañana la divisó. “Entré, deje prendida las luces de Hulk y me metí a dormir”, relató.

“En el momento en que me metí en la carpa pensé que me iba a morir, pero estaba tranquila porque había conseguido a Hulk. Ya está, puedo morir en paz si estoy con ella”, contó Pachado.

(Foto: gentileza Emilia Pachado).
(Foto: gentileza Emilia Pachado).

El calor y la luz del mediodía la despertaron con una noticia poco grata: “Del pecho para abajo no me podía mover. Se me estaba acabando la comida, no tenía más gas ni agua”. Dejó el orgullo de lado y pidió ayuda: “Agarré mi geolocalizador y pedí auxilio. Cerré los ojos y apreté el botón”.

Luego de un día y medio de espera, cuando las fuerzas ya eran nulas y las ganas de vivir muy pocas, la encontró un grupo de gendarmes que la venían buscando hace más de dos semanas. “Ellos no me buscaban con vida, creían que estaba muerta”, reconoció la andinista.

Eran casi las 9 de la noche cuando los gritos la alertaron de que había gente cerca. Primero no abrió la carpa porque pensó que estaba alucinando, pero al segundo grito salió para comprobar si todo era cierto.

(Foto: gentileza Emilia Pachado).
(Foto: gentileza Emilia Pachado).

“Señor la encontré”, fue el aviso que dio por el radio el efectivo. Su superior le consultó en qué estado estaba y la respuesta fue concreta: “Está viva”.Luego, le reconocieron la situación a Emilia: “Habían ido con una camilla roja para buscarme muerta y poder arrastrarme”.

Mientras bajaban lentamente los más de mil metros de latura que la separaban del campamento, el gendarme le contó cómo fue que la encontró, dado que la señal del geolocalizador mantenía un radio de 500 metros a la redonda.

En el descenso, Emilia volvió a divisar a Hulk y le mencionó al efectivo la idea de bajarla consigo. Idea que no fue aprobada por la seguridad, pero que le reveló una particular curiosidad. “Sus luces me guiaron hasta vos”, le dijo el gendarme haciendo referencia a las luces que estuvieron prendidas más de dos días sin apagarse.

(Foto: gentileza Emilia Pachado).
(Foto: gentileza Emilia Pachado).

Fueron ocho horas bajando porque la mujer de 30 años no podía pisar bien. Durmieron en el campamento y al día siguiente la trasladaron hasta un hospital en la capital de Mendoza donde estuvo en terapia intensiva durante 21 días.

“Ahí me terminaron amputando una parte del pie. Igual me los salvaron”, detalló Emilia, quien para ese momento ya tenía una idea que no le iban a quitar de la cabeza: volver a buscar a su compañera de viaje que había quedado sobre la ruta del volcán Ojos del Salado.

Así fue que lo decidió: “Si el gendarme no me hubiese dicho que las luces lo guiaron, probablemente la dejaba arriba. Ahí me di cuenta que fue ella la que me salvó la vida. Así como me sirvió como pared en la cueva. Gracias a ella me apoyé y pude llegar a la carpa. En mi cabeza se clavó ir a buscarla”.

La búsqueda de Hulk

A pesar de los comentarios en contra de la idea de regresar a buscar la bicicleta, Emilia realizó toda la recuperación con ese objetivo que nadie le pudo sacar de la cabeza. Durante meses no pudo caminar, estuvo postrada en una cama, anduvo en silla de ruedas, luego en muletas y terminó por utilizar un bastón. En julio del año pasado comenzó con la preparación para volver a escalar.

Su historia trascendió en distintas redes sociales y un guía de alta montaña le consultó si podía acompañarla en busca de la hazaña. El 25 de enero partieron con la ilusión de encontrar a Hulk, pero la escalada no estuvo exenta de problemas: “Estuve al borde de un ACV allá arriba, tuve que tomar medidas de urgencia”, contó.

Durante cuatro días la estuvieron buscando en medioo de la nieve, hasta que la encontró: “Un grupo de montañistas la habían encontrado, pero como no pudieron bajarla la dejaron atada, que fue como la encontré yo”.

(Foto: gentileza Emilia Pachado).
(Foto: gentileza Emilia Pachado).

“Lloré un montón cuando la vi porque no podía creerlo. Había soñado en ese momento durante todo un año. Yo sentía que el viaje no había terminado cuando se quedó Hulk en la montaña, quedó algo abierto”, expresó.

En esa misma línea, agregó: “Yo necesitaba ir a buscar a Hulk. Muchas personas no entendían el por qué. Es como mi wilson de El Náufrago. Me acompañó durante muchos viajes, nunca se pinchó y nunca me dejó a pata, no puedo explicar el sentimiento que tengo hacia ella”.

En ese sentido, reconoció que trata a su bicicleta como una humana más: “La humanicé tanto que por eso la quería ir a buscar. Yo tenía decidido ir a buscarla. Estuve 21 días sola en medio de la nada y era mi unica compañía”.

(Foto: gentileza Emilia Pachado).
(Foto: gentileza Emilia Pachado).

Emilia contó en qué estado encontró a su bicicleta: “Todavía tenía las ruedas infladas, los pedales se los había levantado yo. La rueda de atrás la tenía pinchada, pero era la misma hulk que cuando la compré. Pasó un año en una montaña y ni siquiera se oxidó, tampoco se despintó”.

“Sentí que el viaje se terminó cuando la encontré. No había podido terminar el viaje hasta no encontrarla. Hasta no volver a tenerla en mis manos, iba a morir con la culpa de no haber ido a buscarla”, dijo, al tiempo de que le escribió una emotiva carta.

Ya recuperada y con su compañera de vida al lado, planea más aventuras: “Tengo muchos viajes planeados con Hulk, no la voy a dejar de usar. La volvi a usar en Catamarca y volví a pedalear como si nada. Hace unos días estaba congelada y ahora está conmigo. Fue de las emociones más grandes que pude haber tenido en la vida”.

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