El profesional explicó que tras los incendios de esta naturaleza hay otra tarea: la recuperación del suelo. «Se queman también nutrientes, hierbas, sustancias que son aglutinantes. Y la tierra pierde los capilares que es donde se aloja el agua». Por eso, los dos primeros años se utilizan para la recuperación de la tierra que, para graficarlo, queda como si fuera una roca y el agua resbala. No retiene la humedad necesaria.
Finstek dio un detalle de las especies que se quemaron: «De las exóticas podemos nombrar los pinos murrayana, oregon, ponderosa y pino insigna. De las autótoctonas la mayor parte fueron cipreses. Pero también se quemó coihue y radal».
Hay que decir que los bosques quemados generan innumerables puestos de trabajo: la tarea de cortar los árboles consumidos por el fuego (que igualmente son utilizados para fabricar muebles porque se recuperan) dará ocupación a numerosas personas. No es un trabajo grato, pero hay que hacerlo. Los cálculos primarios dicen que se quemaron cerca de 1.800 hectáreas. Y que el fuego tuvo una extensión total de 32 metros. Tal vez a esta altura esos datos, sean lo de menos.