El jugador de 19 años terminó grave en el hospital tras el golpe.
Un partido de la liga local de Campana terminó con un joven de 19 al borde de perder su vida. Se trata de Kevin Agustín, que defiende los colores del club Barrio 21 de Septiembre.
El joven recibió un rodillazo del arquero cuando corría a disputar una pelota al área rival y lo empujaron por atrás.
Tras el duro golpe, quedó tendido en el suelo con severo dolor en el abdomen, por lo cual optaron por llamar a una ambulancia para llevarlo a un centro asistencial. Una vez que dejó la cancha, el partido siguió su curso normalmente.
Sin embargo, el joven debió esperar dos horas en el club a la espera del arribo de la unidad de emergencia, y cuando un enfermero lo vio, dijo que simplemente tenía un golpe en la costilla.
El joven se marchó a su casa junto a su novia, pero tres horas después terminó llamando a su madre desesperado por tanto dolor.
Fue así que lo llevaron a un hospital donde corroboraron que tenía tres litros de sangre adentro del bazo, por lo que corría peligro de que explote y debía ser intervenido quirúrgicamente de emergencia.
Incluso, antes de entrar al quirófano el joven debió ser reanimado tres veces. La operación fue exitosa, pero Kevin no podrá volver a jugar al fútbol exponiéndose a golpes como el que lo dejó en grave estado y deberá cuidarse el resto de su vida a raíz de la extirpación del órgano.
«Los chicos se matan. Juegan con mucha violencia, los árbitros no expulsan, las hinchadas -que son propios familiares o amigos- se la pasan insultando y hacen que se tengan bronca entre los jugadores. Es algo que noto en todas las categorías, mi otro hijo de 17 años también juega en la liga campanense», dijo la madre del joven al sitio Clarín. Y agrega: «No comparto como se juegan estos partidos».
Consultada sobre el estado de las canchas, no advirtieron nada raro en el club dónde ocurrió el golpe, aunque sí se han encontrado con distintas irregularidades en otros lugares. «Llegué a presenciar como un chico se abría la mano por que sobresalía un alambre del arco», confiesa Perazzolo.
