Bajo el impacto del duro revés electoral que sufrió el domingo 20 de marzo el gobernador Mario Das Neves decidió abandonar su virtual carrera presidencial. Especialmente fue humillante para él y su familia la derrota sufrida en la ciudad natal del candidato a gobernador del Peronismo Federal, Martín Buzzi.
Con un Gobierno muy debilitado y con la imagen negativa del gobernador trepando a un 75% señaló que “sé que mucha gente se va a bajonear; no sé cuántos: si uno, dos o 10.000. Pero voy a seguir participando fuertemente en la política”.
Durante la campaña electoral, Das Neves insistió repetidamente en que no se trataba solo de unos comicios más, sino que se planteaba un plebiscito sobre el ya desaparecido Modelo Chubut y su propia gestión.
El 65% de los chubutenses freno un proceso que iba camino a convertirse en un feudo, el símbolo del fin de una época y de lo que se ha venido llamando el dasnevismo, una manera bastante autoritaria de hacer política y de dirigir la provincia.
Una lectura de la derrota de Das Neves es el profundo rechazo que su figura provoca en Comodoro Rivadavia, más profundo del que estimaban las mediciones de opinión pública.
Desde el adelantamiento de las elecciones hasta el montaje de una red de información paralela, la votación estuvo plagada de irregularidades. El rol del Tribunal Electoral, la adulteración de planillas y de votos. Lo que importa es saber que cuando se advierte fraude, no es fraude contra tal o cual candidato. Es fraude contra la voluntad popular. Y cuando ocurre, no se negocia nada.
Quizá no lo supo o no lo quiso saber, pero Mario Das Neves se condenó a sí mismo a la derrota el día en que oficializó la candidatura de Martín Buzzi. Tampoco imaginó o no quiso imaginar que se sentenció él mismo al descalabro personal el día en el que decidió competir como candidato a presidente “inmolándose” contra el gobierno nacional.
Acorralado por el Frente para la Victoria, lo que decantó el 20 de marzo es que al gobernador le quedan muy pocos seguidores, se mire por donde se mire. El núcleo duro del poder se había derrumbado. Das Neves, Ingram, Jerónimo García y casi todos los intendentes del interior cayeron en un paisaje calcinado por esperanzas derrotadas.
Das Neves pertenece a esa raza de políticos que no abandonan el poder hasta que los echan. La incógnita consiste en saber –y aún no se sabe–si él considera que la sociedad lo echó. Debió de ser una dura sorpresa para él si sus palabras íntimas de los últimos días antes de los comicios («Ganaremos por más de 20 puntos») fueron sinceras. Si fue franco, entonces hay que creer que está desde hace mucho tiempo perdido en un laberinto de paranoias conspirativas.
El resultado del 20 de marzo fue letal para las perspectivas futuras del gobernador. El proceso electoral daño duramente su reputación, máxime cuando se enrola en el colectivo opositor pretendido abanderado de la transparencia y la calidad institucional.
El dasnevismo ha concluido como ciclo político. El tiempo que le resta es el de un paisaje resbaladizo, en el que Das Neves hará lo que pueda –o lo que quiera– para preservar una inestable gobernabilidad.