Por Raúl Fernández.
Cada pueblo del Chubut, cada Comarca o Región o cada ciudad tiene, por razones de fácil análisis, una economía incipiente que va desde lo familiar hasta lo grupal, pero que obedece a un crecimiento sostenido de la economía global de nuestro país y el continente.
Lo que en algún momento fue sustento del Club del Trueque, en donde el intercambio de alimentos hasta la provisión de un “billete” de circulación interna para esos lugares, hoy se está definiendo claramente como el espacio de la economía social.
Luego vinieron tiempos de constituir verdaderas políticas de Estado con este espacio informal pero en crecimiento sostenido.
Estas políticas deben constituir acciones focalizadas en las necesidades regionales y locales. Se construyen con la intervención de todos los actores públicos y privados mediante procesos de interacción y cooperación, con la mayor participación ciudadana posible y deben estar destinadas al desarrollo de los municipios y éstos con sus vecinos y socios regionales.
Si existe una perspectiva de unión continental y el país encamina a mejorar los espacios regionales, no puede en contrario motivarse el individualismo capitalista para que cada uno se salve como pueda o le parezca.
Esa generación de divisas, aún en pequeña escala, motiva dos aspectos fundamentales: organización y desarrollo del sistema productivo.
Un ejemplo que suelo citar con frecuencia en diferentes charlas es del ESQUEL SEAS (Social, Económica y Ambientalmente Sustentable) que tuvo más de seis años de frondoso trabajo y que ha dado resultados importantes.
Los actores del proceso fueron fundamentalmente el gobierno local, que incluso superó dos intendentes de diferente signo (Ongarato y Williams), los empresarios, los sindicatos, instituciones educativas, la Universidad Nacional de la Patagonia (columna vertebral), la cooperativa de servicios públicos y diferentes organizaciones con representación, como vecinales, clubes, etc.
Este método, que no es único, pero sí probadamente bueno, permite inducir políticas que tengan inclusión social como primera medida, prioridad de lucha contra la pobreza, aumento del empleo, la educación y el servicio de salud.
Si existe confianza de los actores, elemento imprescindible por cierto, comienza a girar una rueda relevante porque le da marco a lo que allí se decida tratando de fomentar el asociativismo como visión de compartir los objetivos, controlar sus desarrollos y ser partícipes con un fuerte compromiso en términos de responsabilidad social en los resultados.
En cuanto a los instrumentos el Estado (Nacional, Provincial y Municipal) es motorizador del sistema de manera integrada y con acciones horizontales que siente “parte” a las instituciones y participantes de la planificación para desarrollar el proceso de ideas, la elaboración y aprobación de proyectos y, fundamentalmente, la concreción de los sueños. Esto requiere tanto recursos humanos como económicos.
Además se requiere que cada paso concretado y la posibilidad de planificación del siguiente, tenga una normativa legal que lo acompañe, para evitar su inutilidad cuando depende de un funcionario de turno que no le gusta el programa.
El ejemplo más cercano es “de que va a vivir mi pueblo” la iniciativa provincial que había generado una importante expectativa y terminó en la nada desde la inversión y, lo que es más grave, la desazón de quienes tomaron parte.
Desterrar una economía liberal, individualista y hasta destructiva llevará muchos procesos electorales y cambios educacionales.
La economía social, donde no se pierde ni el empresario, ni el trabajador ni la relación entre uno y otro sino que se pondera a la generación de riquezas y su correcta distribución con inclusión de todos los interesados, es una buena medida que ha tenido y tiene resultados visibles.
