Fueron novios a los 13 y se reencontraron 30 años después: el dolor de decir adiós dos veces

Sixta y Julián se conocieron en primer año de la secundaria en un pueblo de Chaco. Cuando la familia de ella tuvo que mudarse a Buenos Aires, la relación se interrumpió por largos años

domingo 07/01/2024 - 12:17
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En el pueblo de Chaco en el que nació Sixta, la siesta es sagrada. Hace mucho calor y los negocios cierran, se descansa en el fresco. Cuando era chica esa era la hora de sus desvelos, de quedarse pensando en Julián hasta poder volver a verlo.

Se habían conocido en el primer año de la secundaria. Era un pueblo chico, pero Julián y su familia siempre habían vivido en una quinta en las afueras y él hizo la primaria en una escuela rural. Con la llegada al pueblo, también empezaron a participar de la vida social. Los vecinos solían reunirse en las casas para los cumpleaños y las fiestas y un San Antonio tocó en la casa de Sixta. Hasta entonces habían sido amigos y compinches casi desde el primer día, pero esa noche hubo una chispa distinta.

“Éramos tan jóvenes que no sabíamos si estaba bien lo que nos pasaba, Me acuerdo que nos quedamos mirándonos a través de la cerca que dividía el jardín de mi casa de un terreno baldío, hasta que él, muy avergonzado, me dio un beso y salió corriendo”, cuenta Sixta a Infobae.

En el colegio se miraban de reojo y hubo algún que otro beso robado sin pensar que se les acababa el tiempo. Al año siguiente una inundación tremenda y el padre de Sixta, que era empleado de vialidad, se quedó sin trabajo. La familia entera se mudó a Buenos Aires buscando mejor suerte. En vez de eso, el hombre murió a los pocos meses de un infarto y la madre decidió volver al pueblo. Sixta, que tenía 14 años, se quedó trabajando como mucama con cama en la casa de un matrimonio con varios hijos. Ya no volvió al Chaco más que de visita y por pocos días.

Cuando el padre de Sixta se quedó sin trabajo la familia entera se mudó a Buenos Aires y sucedió lo peor (Imagen ilustrativa Infobae)Cuando el padre de Sixta se quedó sin trabajo la familia entera se mudó a Buenos Aires y sucedió lo peor (Imagen ilustrativa Infobae)

Así transcurrió su vida, trabajando en casas de familia hasta que armó la propia, se casó, tuvo seis hijos y comenzó a trabajar por horas. Tenía poco más de 30 años cuando una patrona que la quería mucho le dijo sin vueltas: “Sixta, vos no podés estar limpiando casas para siempre”, y le consiguió otro trabajo en una fábrica. “Ahí me hice amiga de la secretaria, que era muy amorosa, y un día ella me muestra un aviso en el diario y me dice: ‘Vos tenés que estudiar algo, peluquería, manicura, lo que sea. Pero tenés que estudiar porque te van a pasar los años y nadie te va a tomar. Yo cuando vuelvo a casa paso por una escuela de enfermería, ¿querés que te anote?’”.

Fue un cambio rotundo, pero con mucho esfuerzo. Sixta empezó a repartirse entre sus trabajos, el estudio, sus seis hijos y un matrimonio desavenido que terminó quebrándose. ¿Del marido? Bien gracias, una mañana se fue para no volver y sin preguntar si ella y los chicos necesitaban algo. Pero Sixta siguió estudiando, cuando se le hacía muy tarde a la noche, dormía en la casa de una compañera y su hija mayor cuidaba a sus hermanitos: “Tuve un círculo que me ayudó y todo lo que logré fue gracias a ellos”, se emociona. Se terminó recibiendo con las mejores calificaciones de su promoción y en la nocturna fue escolta de la bandera bonaerense. Enseguida consiguió trabajo como enfermera en el Hospital Ramón Carrillo.

Sixta trabajó en casas de familia hasta que armó la propia, se casó, tuvo seis hijos y comenzó a trabajar por horas - (Imagen Ilustrativa Infobae)Sixta trabajó en casas de familia hasta que armó la propia, se casó, tuvo seis hijos y comenzó a trabajar por horas – (Imagen Ilustrativa Infobae)

Fueron años de dedicarse de lleno a su trabajo y a sus chicos con un deseo genuino de superación, sola pero con amigas y familia para demostrarle que cada sacrificio valía la pena. En 2010 estaba trabajando en un centro de diálisis. Siempre viajaba al Chaco para ver a su madre, pero tuvo que quedarse para reemplazar a una compañera que había tenido un accidente. La que sí viajó ese año fue su hermana, que era amiga de uno de los hermanos de Julián. “Charlando, le preguntó qué era de mi vida y ella le contó que yo estaba separada hacía seis años y no había vuelto a formar pareja. Él le dijo que Julián era policía, también se había separado de su segunda mujer y estaba soltero, entonces se les ocurrió: ‘¿Y si les pasamos los teléfonos?’”, cuenta Sixta.

El marido de Sixta una mañana se fue para no volver y sin preguntar si ella y los chicos necesitaban algo. Pero Sixta siguió estudiando (Imagen Ilustrativa Infobae)El marido de Sixta una mañana se fue para no volver y sin preguntar si ella y los chicos necesitaban algo. Pero Sixta siguió estudiando (Imagen Ilustrativa Infobae)

Tres días más tarde, justo cuando salía del trabajo, sonó su celular. “Era un número desconocido, pero tenía la característica de Chaco, así que atendí. Fue un impacto volver a escuchar la voz de Julián después de tanto tiempo. Hablamos todo el viaje, que duraba una hora y veinte, como dos viejos amigos apurados por ponerse al día”, dice. Así, se les hizo costumbre hablar todas las noches, a la misma hora, justo cuando Sixta salía del trabajo y durante todo el trayecto en colectivo hasta su casa.

Ese 7 de diciembre en el trabajo habían colgado un cartel con el reparto de los horarios de guardia durante los feriados, empezando por el del día siguiente. Ella no lo pensó mucho, le pidió un cambio a una compañera y logró juntar cuatro días para ir a su pueblo. Necesitaba reencontrarse con el dueño de la voz que tanto la había conmovido. Salió de la clínica con lo puesto directo a la terminal. “Estoy en camino”, les escribió desde el micro de larga distancia.

Volver a escuchar la voz de Julián fue un impacto para Sixta después de tanto tiempo (Imagen Ilustrativa Infobae)Volver a escuchar la voz de Julián fue un impacto para Sixta después de tanto tiempo (Imagen Ilustrativa Infobae)

El 8 de diciembre, cuando llegó al pueblo, Julián la esperaba vestido con el uniforme. Creyó que vería bajar del colectivo a una mujer ajada por los años y el trabajo duro, pero la vio más hermosa de lo que recordaba. Tenía 43 años, habían pasado tres décadas desde la despedida y todavía le provocaba los mismos nervios y las mismas ganas. En la puerta de su casa, y ya sin la vergüenza de la adolescencia, se dieron un beso apasionado. Después se fueron a un hotel y se prometieron no volver a separarse.

Sixta regresó a Buenos Aires, pero por poco tiempo. Volvió a las pocas semanas a su pueblo para festejar fin de año con Julián y los viajes entre Chaco y Buenos Aires se hicieron cada vez más seguidos. Julián fue claro desde el principio: no estaba para una relación a distancia, quería que vivieran juntos lo antes posible. Sixta pidió un pase en su trabajo que al final no salió, hasta que decidió renunciar y mudarse con él, de vuelta al pueblo.

Fueron exactamente 8 años en los que Sixta y Julián vivieron felices y hasta se casaron con fiesta y todo (Imagen Ilustrativa Infobae)Fueron exactamente 8 años en los que Sixta y Julián vivieron felices y hasta se casaron con fiesta y todo (Imagen Ilustrativa Infobae)

“La nuestra fue una historia de amor, de ternura y respeto. Nos reencontramos cuando tuvo que ser, pero él era el mismo chico bueno que yo había conocido hacía treinta años”, dice ella ahora. Fueron exactamente 8 años en los que vivieron felices y hasta se casaron con fiesta y todo, con la misma ilusión de la adolescencia. Hasta que, en diciembre de 2018 Julián sufrió un infarto en la puerta de su casa, una noche en que Sixta estaba de guardia en el hospital del pueblo. Murió en el acto. “El siempre me decía: ‘¿Por qué te fuiste a Buenos Aires y me dejaste? ¡Mirá todo el tiempo que perdimos! ¡Hubiéramos tenido hijos!’ Pero Dios sabe porqué hace las cosas y seguro que ese no era nuestro tiempo, que todo lo que hicimos cuando estuvimos lejos nos preparó para esos años maravillosos que después tuvimos juntos”, dice Sixta.

La hora de la siesta sigue siendo sagrada. Sixta pasa el rato leyendo historias de amor de otros y pensando que la de ella y Julián también merece ser contada. Que Julián merece algún homenaje y ella un cierre, ahora que le parece que volvió a enamorarse. Dios sabe porqué hace las cosas, repite convencida, será que su historia tenía que ser escrita.

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