Dos abuelos fabrican juguetes de madera y los regalan: “Nos alegra el alma”

Víctor Froilán Méndez y Nilda Arriagada se casaron hace 52 años y desde hace cinco se dedican a hacer juguetes para repartir a los niños y niñas del barrio, y lugares cercanos. “No hay fecha especial, todos los días los regalamos”, cuentan.

lunes 18/09/2023 - 23:32
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Cuando era niño, Víctor Froilán Méndez se disputaba con sus hermanos una lata de sardina casi oxidada para jugar. Pero un día, la casa humilde en la que vivía la familia vio llegar una camioneta de plástico, el único juguete comprado para uno de los menores de sus hermanos. No tuvo esa “suerte” Nilda Arriagada, su esposa, porque vivía sola con su mamá y el dinero que ganaba limpiando otras viviendas era para la comida publicó Infobae.

Se conocieron en el barrio, fueron vecinos, amigos, se pusieron de novios y hace 52 años se casaron. Hoy, ambos jubilados, pasan sus tardes construyendo autitos, juegos de casa de muñeca y sulkys: él los imagina y da forma, y ella los pinta. Sobre todo en las noches, mate de por medio y siempre con un tema para conversar o un recuerdo que hacer presente, comparten los últimos detalles del juguete de madera que con mucho amor preparan para que alguna niña o niño del barrio lo disfrute.

“Cuando salimos a la calle y vemos a una madre con un niñito en brazos y dos atrás al caminando, como solemos ver, nos presentamos, les preguntamos hasta dónde, la llevamos a la casita y cuando abro el baúl del auto y le digo a los nenes que elijan un juguete… ¡Y se vuelven locos! Eso me llena de alegría y le doy gracias a Dios por poderlo hacer. Nosotros no tuvimos juguetes y queremos que los niños de ahora sí los tengan”, dice Froilán (79) emocionado.

Froilán en el taller armando uno de los tantos juguetes que regaló

Regalar lo que no tuvieron

Ni Nidia (así le dicen a Nilda) ni “El Negro”, como le dicen a Froilán, recuerdan la cantidad de juguetes que hicieron y regalaron. Comenzaron hace cinco años, pero él los fabrica desde hace al menos dos décadas.

“El primer juguete que hice fue un juego para la casita de muñecas de nuestra única nieta, cuando era chiquita, y después de 20 años, aún lo tiene”, cuenta el hombre que sin pena recuerda que a los 9 años comenzó a trabajar al lado de su papá, que era jornalero, haciendo tareas en el campo, que no le gustaba estudiar y que, pese a todo, su infancia fue feliz porque “hubo otras cosas, más allá de lo material”.

De esos años de infancia, también recuerda: “Agarraba las latitas de sardina y me imaginaba eran autitos, y los hacía andar correr con mis manos… ¡Iban rápido! Y con las escobas viejas jugaba a que cabalgaba. Eso cuando no estaba en la chacra con la cosecha: plantábamos tomates, cebollas; arrancaba ajo. Así pasada mediodía con mi papá, hasta Cuatro Superior, porque después deje la escuela”.

El apodado “Gepetto de Tunuyán”, vive con su querida esposa en Colonia Las Rosas, también en Tunuyán. Casi toda su vida laboral fue en una chacra y más tarde podando árboles, embalando cajas de frutas en los galpones de cosecha. También trabajó en un aserradero y su último empleo fue como encargado de un galpón.

Froilán y sus juguetes

Nilda comenzó a trabajar a los 12 años limpiando casas y luego de pasar un tiempo en el campo, aprendió el oficio de la costura. “Gracias a Dios pudimos comprarnos esta casita y aquí criamos a nuestros tres hijos, a los que les dimos lo que no tuvimos, sobre todo, los aconsejamos para que siguieran estudiando”, cuenta Nidia sobre sus tres hijos profesionales.

“Nuestros hijos tuvieron los juguetes que pedía, y los que les pudimos comprar, pero siempre nos quedó la idea de los niños que no los tenían, como nosotros. Sabemos cómo se siente. Mi hermano es carpintero, y me enseñó el oficio después de jubilarme. Cada vez que venía a casa, o yo iba a la suya, traía pedazos de maderas que no usaba comencé a hacer cochecitos”, cuenta Froilán.

En esos tiempos como carpintero, Froilán comenzó a ver esos restos con otras formas, como el propio Gepetto. “Primero fue un autito, luego un avión. Y apenas los hice los comencé a regalar a los nenes del barrio, a los que veían con necesidades en la calle, para darle una alegría”, cuenta.

Los souvenirs que entregaron en las Boda de Oro de la pareja y por los 80 años de Nilda

El taller lo tiene en el fondo de la casa y, aunque también hace otras cosas, hay un tiempo exclusivo para los juguetes. “Nunca vendí uno. A veces me piden algo, y trato de hacerlo; o cuando salimos con mi esposa, ella me muestra algo, lo memorizo y cuando regresamos voy al taller y empiezo a cortar la madera. Y a todos los que hice los regalé; y tengo muchos en el baúl esperando dueños”.

El trabajo es completamente artesanal. “Cuando hago sulkys o bicicletas, uso fósforos como los rayos de las ruedas, después ella también los pinta. Estar haciendo algo útil en esta etapa es gratificante”, señala y dice que no se reconoce como artesano sino como “un aficionado de la madera”.

Emocionado, admite: “¡Cómo me hubiera gustado tener uno de estos cuando era pibe!”… Y también, adelantándose unos años en su historia, reconoce: “Me hubiera gustado, además, ser mecánico. Me gustaron siempre los autos y los camiones, y cuando era chico los miraba pasar, de lejos. En esos años no pensé que me podría comprar uno y, gracias a Dios, pude. Como siempre me gustó la mecánica, aprendí bastante y a todos los pude arreglar cuando algo fallaba”.

El día del casamiento y la fiesta de los 80 años de la mujer

“¿Cómo me siento con esto? Es algo que me gusta hacer y llena de emoción, de felicidad… Es algo que me alegra el alma, a los dos. También hago tractores, carros, sillitas para las muñecas, carrozas de reinas, calesitas, y autos tipo coupé, esas son mis juguetes favoritos”.

Cuando cumplieron los 50 años de casados y por los 80 años de Nidia, Froilán hizo casitas en miniatura como souvenirs. “Fue como símbolo del hogar, del amor, de la familia, para que quienes la reciban tenga todo lo que nosotros hoy tenemos, unión, sobre todo”, finaliza Froilán.

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