De Karate Kid a Cobra Kai, el hit de Netflix: cómo se vino abajo Johnny Lawrence

Secuela de la película de 1984, la serie llegó al streaming con los mismos actores haciendo los mismos personajes. Sólo que el de William Zabka pasó de la popularidad a la amargura y la caída…

sábado 12/09/2020 - 9:26
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Secuela de la película de 1984, la serie llegó al streaming con los mismos actores haciendo los mismos personajes. Sólo que el de William Zabka pasó de la popularidad a la amargura y la caída libre.

La nostalgia siempre cotiza bien en el mercado de las series y las películas. Si se trata de una secuela con un giro interesante en la trama, el éxito está casi asegurado. Doblemos la apuesta. Si hablamos de una película icónica de los años ’80, que vuelve a convocar a sus actores originales, estamos hasta en un pequeño boom. Eso sucede con la serie Cobra Kai, que se puede ver en Netflix, informa Clarín.

Y tal es el fenómeno de audiencia, que la plataforma ya la puso en su solapa de Tendencias, a raíz de la gran demanda de sus millones de suscriptores.

Surgida originalmente en YouTube Premium, la serie de dos temporadas, con episodios de media hora, es una secuela de Karate Kid (1984). A 36 años de aquella película dirigida por John Avildsen -ganador de un Oscar por Rocky-, la producción reedita la vieja pelea entre los dojos enemigos: Cobra Kai y Miyagi-Do.

Los personajes son los mismos de aquellos años: el rubio Johnny Lawrence y el bueno de Daniel LaRusso, interpretados también en esta oportunidad por los actores William Zabka y Ralph Maccio. Pero el tiempo hizo lo suyo y la vida trató muy distinto a los dos, que ya son cincuentones con un camino recorrido.

LaRusso pasó de ser un tímido adolescente a un empresario exitoso. Ahora es un hombre seguro de sí mismo, dueño de una gran agencia de venta de autos y abnegado padre de familia.

El camino de Johnny fue el reverso: de ser el más popular y carilindo de la escuela a un tipo amargado y alcohólico que desayuna con cerveza. Alguien a quien todavía le resuena en la mente la sentencia de “perdedor”, que recibió cuando era un chico luego de aquella competencia de karate contra Daniel. Cada tanto, también se la repite su hijo, con quien casi no tiene vínculo.

Buena parte del interés de la serie está en el vuelco del personaje de Johnny, que ya no es lo que era. Y ese cambio de registro, en parte, le aporta verosimilitud al relato que agita la bandera del paso del tiempo.

Karate Kid representaba el clásico camino del héroe en el cine, en el que Daniel debía superar las pruebas y renacer de la mano de su maestro. Acá el rubio intentará resurgir de las cenizas, a partir de enseñarle karate a un vecino, un adolescente tímido, asmático y acosado por sus compañeros de colegio. Pone su propio dojo y se convierte en un nuevo Señor Miyagi, pero en versión occidental, sexista y políticamente incorrecta.

Por otro lado, las escenas muestran la vida en apariencia perfecta de LaRusso. “Soy un padre responsable preocupado por su hija”, le dice a su mujer, luego de echar a todos los amigos de la nena de una fiesta en la pileta.

Un aspecto interesante es el desarrollo del rol de maestro de un Johnny imperfecto. Los creadores subrayan las marcas del pasado que aún siguen vigentes en los personajes. Lo hacen no sólo con los numerosos flashbacks de la película original, sino con marcas sutiles en las personalidades de los adultos que son ahora. “Hay cosas que no cambian”, dice un desafiante Daniel cuando conoce el nuevo centro de karate de su enemigo.

El rubio sigue siendo un patán, pero busca redimirse a través de su alumno, al que obliga a llamarlo sensei. “¿Limpio las ventanas de alguna forma?”, le dice el pibe. “No, me importa una mierda”, contesta su maestro, en una clara referencia antagónica a aquellas escenas de “pulir y lustrar” del Señor Miyagi.

El desarrollo de la serie es bastante obvio y va forjando lentamente una revancha, con guiños constantes que los fanáticos festejarán y fondo de música de los años ’80, que incluye canciones de Poison y The Human League.

En Karate Kid uno deseaba que Daniel fuese valorado. Queríamos verlo con toda la gloria y abrazado a la chica de sus sueños. Ahora las cosas no están tan polarizadas, porque los personajes son más profundos. Además del ejercicio de una nostalgia que no es boba, la serie tiene humor y una vuelta de tuerca de la trama original.

La historia se ve fortalecida por William Zabka, un actor poco conocido por el gran público y con varios papeles en películas Clase B de Hollywood.

Alguien que muestra una gran verdad en un personaje capaz de cambiar y que se equivoca como todos. Ni Daniel es un padre tan perfecto. Ni Johnny una mala persona incorregible. El espectador estará agradecido por recibir tantos guiños a los años felices y por ver una serie cálida sin ser subestimado.

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