
Con la ratificación de la condena judicial que inhabilita a Cristina Kirchner para postularse como legisladora provincial, se abre un nuevo escenario político en la provincia de Buenos Aires. La ausencia de la ex presidenta impacta tanto al interior del peronismo como en la oposición, donde La Libertad Avanza (LLA) y el PRO navegan entre tensiones y desconfianzas para cerrar acuerdos de cara a las elecciones del 7 de septiembre.
En el macrismo hay alarma: Karina Milei, jefa de operaciones de LLA, rechazó la propuesta de armar un frente común con el PRO, exigiendo que todos los candidatos se sumen a la boleta violeta, sin marcas ni sellos partidarios del PRO. El mensaje fue transmitido por Sebastián Pareja, operador libertario en el territorio, y cayó como un balde de agua fría en la cúpula amarilla.
Ante ese escenario, Mauricio Macri apeló a la “dignidad” y otorgó libertad de acción a su tropa en cada sección electoral, reconociendo las dificultades para alcanzar un armado competitivo frente a los libertarios.
Mientras tanto, José Luis Espert —hasta ahora candidato fuerte de Milei en Buenos Aires— queda cada vez más aislado, luego de sus polémicas declaraciones contra la familia Kirchner. Sin respaldo interno ni institucional, y cuestionado incluso por la UCA, su lugar en la boleta nacional tambalea. En el entorno de Santiago Caputo evalúan desplazarlo a un armado seccional y priorizar el blindaje legislativo del gobierno de Milei en el Congreso.
En paralelo, el peronismo también recalibra. Axel Kicillof observa de cerca el juego libertario-macrista y explora con intendentes la posibilidad de reunificar las elecciones en la provincia, ante la certeza de que Cristina ya no estará en la boleta.
Con este nuevo tablero electoral, la tercera sección —bastión histórico del kirchnerismo— se convierte en el terreno clave para una elección cargada de incertidumbres, tanto para oficialismo como para oposición.