Creció en otro país y al venir a cumplir con su deber le tocó pelear en Malvinas

El destino le cambió la vida a Aliro Ibarrola cuando le tocó tener que cumplir con el Servicio Militar Obligatorio. Vivió parte de su niñez y su adolescencia al otro lado de la cordillera y…

sábado 02/04/2011 - 16:30
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El destino le cambió la vida a Aliro Ibarrola cuando le tocó tener que cumplir con el Servicio Militar Obligatorio. Vivió parte de su niñez y su adolescencia al otro lado de la cordillera y a mediados de 1981 retornó a la Argentina para afrontar su deber cívico. Meses después tuvo que viajar a las islas para combatir por la soberanía de este territorio. Confiesa que hoy tiene la necesidad de regresar a Malvinas y desahogarse.

Aliro Ibarrola tiene 48 años y trabaja en el Club Huergo. Es clase 62 y forma parte de aquella generación que vivió en carne propia la Guerra de Malvinas, aunque su historia tiene matices muy distintos a los de otros veteranos.

Nació en Comodoro Rivadavia el 20 de junio de 1962, pero los 4 años se fue a vivir junto a sus padres a Puerto Montt, Chile, donde realizó sus estudios primarios y secundarios.

En Argentina el Servicio Militar era obligatorio y lo tenían que cumplir todos aquellos jóvenes que eran seleccionados mediante sorteo al llegar a los 18 años.

En Chile, Aliro llevaba una vida tranquila, a pesar de que desde chico tuvo que ayudar a sus padres con la economía familiar. Es que si bien el dinero no faltaba, tampoco sobraba como para darse lujos. Por esa razón desde niño ayudó a cargar camiones con algas y mariscos junto a sus tres hermanos.

Aliro creció conociendo las costumbres argentinas y con la certeza de que volvería a su país para cumplir con su deber cívico. Un año antes de la guerra de Malvinas, quien ahora reside en el barrio Jorge Newbery llegó a la Argentina para realizar el Servicio Militar Obligatorio. Su arribo a mediados de 1981 lo obligó a presentarse recién a principios del año siguiente. El acento chileno evidenciaba su vida en el país trasandino. En abril le tocó viajar a las islas junto a la compañía del Batallón Logístico IX de Comodoro Rivadavia.

“Me dijeron que me tenía que sentir orgulloso y contento de ser privilegiado de ir, y bueno ahí me preguntaba, siempre lo digo: ‘¿Malvinas dónde queda?’. Porque nos comunicaron que teníamos que ir y yo ignoraba dónde estaban las islas”, le confiesa a Diario Patagónico.

SUS DIAS EN MALVINAS

Aliro llegó a las islas en un avión comercial. Allí, junto a Lorenzo Navarrete, José Guaiquil y Jorge Rain vivió la guerra realizando tareas de rancho. Sesenta y cuatro días estuvieron en el pozo de zorro tratando de soportar el frío y el miedo que se hace fuerte en la guerra.

“Te voy a decir una cosa: tratá de no hablar porque cuando hablás la pasás a cagar”, lo aconsejaba un sargento. “Hablá lo justo y necesario porque te van a molestar, te van a cargar y hasta te pueden humillar”, agregaba.

Los bombardeos eran diarios y despertaban los peores temores, más aún cuando la derrota era evidente y restaba esperar la rendición argentina.

El peso de la guerra se quedó aún después de que terminó el combate en las islas. Los  días en Malvinas fueron duros por el bombardeo aéreo y el frío permanente que sufrieron por negligencias militares de quienes tenían el poder en ese entonces.

Sin embargo, la guerra continuó una vez que buscaron reintegrarse a la sociedad.

Trabajando en el Club Huergo, Aliro  soportó noches oscuras donde las ráfagas aparecían entre medio de los recuerdos. Esto lo llevó a pelear su propia batalla, sin embargo, pudo vencer gracias a la contención de su familia y el amor de sus dos hijos.

Hoy, él recuerda el 2 de abril con emoción. “Yo le agradezco a mi familia que me ayudó, a mi tío que me albergó y al que me ayudó a hacer el servicio militar. También a mis vecinos y amigos que estuvieron antes y después de la guerra”, enumera.

“Siempre dije que no quería volver nunca más pero hoy sí lo siento. Quiero ver dónde estuvimos y quiero ponerme en el lugar de todos los papás y mamás que tienen su hijo allá en Malvinas e ir a desahogarme y llorar, tocar la cruz de cada uno porque nos podría haber tocado a cualquiera de nosotros. Eso sería el broche de oro para terminar una etapa de mi vida”, asegura.

“Hoy me tienen barriendo”

Cuando Aliro Ibarrola retornó de la guerra también volvió a trabajar al Club Huergo donde desempeñaba tareas antes de iniciar el Servicio Militar Obligatorio.

En la actualidad lleva 29 años trabajando en este lugar, sintiendo que no ha sido reconocido luego de una vida dedicada al servicio dentro del Consorcio de Alto Rendimiento que depende del Estado municipal.

“Tengo una antigüedad de 30 años y empecé haciendo limpieza; han transcurrido 30 años en los cuales he hecho muchas funciones, incluso he trabajado de mozo y ahora soy encargado de los mozos en eventos privados que manejo. Hoy en día me tienen barriendo, haciendo tareas generales, y siento que hay una especie de discriminación porque hay otros veteranos de guerra que trabajan en empresas privadas que han sido reconocidos”, explicó.

“Hoy el municipio de Martín Buzzi se niega a darme otra categoría que es la que estoy reclamando hace mucho tiempo. Según la gente de consorcio, se rechaza mi categoría porque en la Municipalidad dicen que no me corresponde”, aseguró Aliro Ibarrola a Diario Patagónico.

(El Patagónico)

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