Caso Solari Yrigoyen: piden la elevación a juicio oral y público

El fiscal federal Fernando Gélvez le pidió al juez Hugo Sastre elevar a juicio oral y público la causa por las torturas que sufrió el ex senador nacional Hipólito Solari Yrigoyen durante su detención en…

domingo 26/09/2010 - 16:32
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El fiscal federal Fernando Gélvez le pidió al juez Hugo Sastre elevar a juicio oral y público la causa por las torturas que sufrió el ex senador nacional Hipólito Solari Yrigoyen durante su detención en la Unidad 6 de Rawson.

Por ahora, el único involucrado es Jorge Osvaldo Fano, ex jefe de esa penitenciaria durante el lapso en que Solari Yrigoyen estuvo en esos pabellones: entre el 11 de setiembre de 1976 y el 7 de febrero de 1977. Fano está acusado de ser cómplice necesario de torturas, agravadas por el hecho de que el actual presidente de la Convención Nacional de la Unión Cívica Radical era un perseguido político en los años de plomo.

Según el expediente, la tarde de ese 11 de setiembre, Solari arribó a la Base Aeronaval Almirante Zar de Trelew junto con otros 15 detenidos. El grupo venía de la Unidad Carcelaria Nº 4 de Bahía Blanca. A su llegada a la Base, todos fueron bajados del avión a golpes y patadas; y luego sometidos a un violento castigo físico por parte del personal del Servicio Penitenciario Federal que los esperaba en la capital chubutense. La dura golpiza se repitió en el camión celular que los llevó en un viaje de media hora de viaje.

Ya en el penal federal, Solari Yrigoyen cayó al piso varias veces sólo para que lo sigan golpeando y pateando, cuerpo y cabeza contra paredes y el suelo. Toda la escena en medio de «gritos y alaridos» del dirigente y de sus colegas de calvario. Todo el grupo con manos atadas a sus espaldas y ojos vendados. La víctima fue conducida a una celda donde se lo siguió golpeando. Luego a una sala donde le quitaron la venda, se le hizo vestir uniforme carcelario y se le quitaron los zapatos, siempre con violencia.

Entonces comenzó un castigo habitual: permanecer toda la noche parado «a la vez que era continuamente golpeado mientras se le exigía que confesara su pertenencia al Ejército Revolucionario del Pueblo o a Montoneros». Algunas noches después, un agente de la U-6 se metió en su celda y lo amenazó. «Le resaltaba que él era responsable de la muerte de varios compañeros, luego de lo cual lo sometió a golpes en su cuerpo».

De allí, Solari Yrigoyen fue llevado al pabellón Nº 8. Encerrado y obligado a estar parado todo el día, sólo le permitían salir dos veces por jornada para ir al baño. «Durante su estadía fue constantemente amenazado de muerte y cada vez que recibía visitas y era llevado al locutorio de las entrevistas, era castigado físicamente». En ocasiones le ordenaban quedarse de pie en su celda y «cada vez que dejaba de estar en esa posición, los efectivos abrían las puertas y lo golpeaban». En las noches era despertado frecuentemente y cuando tenía recreos, era llevado del pabellón al patio. En ese trayecto y al descender las escaleras «era golpeado y pateado por personal penitenciario».

La noche previa a que Solari declarase ante el Juzgado Federal de Rawson -tenía cita para el 1º de octubre- fue sacado de su celda rumbo a la planta baja de la Unidad. «Le vendaron los ojos y le ataron las manos a la espalda. Pasó gran parte de esa noche parado y recibiendo golpes de los efectivos del penal, quienes lo amenazaban con matar a sus hijos o hacerlos desaparecer si es que al día siguiente hablaba más de la cuenta». El día señalado a las 8.30 repitieron el violento amedrentamiento y sólo después fue llevado al Juzgado. Tras la declaración fue golpeado por los uniformados del penal «con la excusa de que había hablado de más».

El propio Solari describiría después que cuando le tocó declarar en el Juzgado «estaba sufriendo un régimen carcelario inhumano y cruel, soportando frecuentes golpes y amenazas». La noche anterior a la declaración fue sometido a una larga sesión de torturas y amenazas de dañar a su familia. Incluso, su testimonio fue a puertas abiertas «mientras que los efectivos que lo condujeron escuchaban toda su declaración».

Según la causa, «en su estadía fue atormentado psicológicamente de diferentes maneras: lo hacían bañarse con agua fría; la comida era escasa y de mala calidad; durante varios meses se le prohibió el material de lectura; se le permitieron escasas visitas de un ministro religioso, quien siempre lo entrevistaba en presencia del guardiacárcel; no se le dio uniforme adecuado para el invierno y le interceptaban la correspondencia». Los golpes antes y después de los recreos se hicieron rutina.

«Un día fue sacado del pabellón y llevado a planta baja, donde fue vendado, atado de manos y golpeado. Luego fue llevado a otra sala en la misma planta donde lo sentaron y lo interrogó una persona que dijo ser psicólogo del Ejército. Tras las preguntas lo golpearon al grito de ´así vas a aprender a contestar bien´». Entre tantos testimonios, Juan Acuña relató que vio al dirigente «golpeado y con la cara amoratada».

En este sentido, el fiscal federal -clave para la pesquisa- razonó que «los testimonios posibilitan demostrar que el comportamiento ilícito de los guardiacárceles respondía a un plan sistemático de trato inhumano hacia los presos políticos». Las evidencias muestran «un régimen de cruda represión a los internos de la U-6. A partir del golpe militar todo cambio acentuándose los golpes, malos tratos y aislamiento en celdas de castigo a las que llamaban «los chanchos», y la censura de diarios y cartas, entre otras cuestiones».

(Jornada)

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