Ayer se celebró el Día Internacional de la Madre Tierra. Una conmemoración promovida por el senador activista ambiental estadounidense Gaylord Nelson con el objeto de crear conciencia común a los problemas de la contaminación, la conservación de la biodiversidad y otras preocupaciones ambientales para proteger el planeta.
Este 22 de abril llegó pocos días después de que un consorcio de treinta científicos de diez países concluyó, tras un estudio cuyas conclusiones abarcan unas 170 carillas, que el calentamiento global está devorando las costas del Ártico, donde erosiones de hasta diez metros al año están afectando a poblaciones humanas y amenazando la supervivencia de especies locales de plantas y animales.
Aunque impactante, se trata de un dato más que se agrega a un planeta que sufre aceleradamente problemas medioambientales que los países no parecen estar muy dispuestos a solucionar, como quedó demostrado en la XV Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático, que se celebró en Copenhague (Dinamarca) entre el 7 y el 18 de diciembre de 2009.
El Ártico
«Parece que la erosión de las costas del Ártico se está acelerando de forma dramática. El recorte medio es de medio metro al año, pero en algunas zonas llega a ser de diez metros al año», dijo el lunes a Efe Volker Rachold, investigador del Instituto Alfred Wegener de Potsdam, Alemania.
Las áreas más afectadas son, según este novedoso informe científico, el mar de Laptev y el este de Siberia, ambos en Rusia, y el mar de Beaufort, que limita con las costas de Canadá y Alaska, en Estados Unidos.
El estudio alerta de que, como las costas del Ártico suponen un tercio del total de las costas del planeta, «la erosión puede llegar a afectar a áreas enormes en el futuro».
Este retroceso de las costas es consecuencia, sin duda, del calentamiento global, un problema que se agrava en el Círculo Polar Ártico, donde los incrementos doblan el aumento térmico medio global, explicó el investigador alemán.
Este proceso climatológico está descongelando parte del «permafrost» costero, la capa de hielo permanente de los niveles superficiales del suelo propia de regiones muy frías, lo que desbarata el de por sí fragmentario terreno sobre el que se asienta y lo deja totalmente expuesto al fuerte oleaje del océano Ártico.