Durante más de tres décadas, Keropian fue sinónimo de innovación y esperanza. Llegó cuando la radioterapia era aún un terreno poco explorado en la Patagonia, y con perseverancia convirtió al CABIN en un centro de referencia, brindando a los pacientes acceso a tratamientos que hasta entonces solo se encontraban en las grandes capitales.
“Su aporte cambió la vida de miles de personas”, expresaron desde la institución que lo vio crecer profesionalmente. Allí no lo recuerdan únicamente como un pionero, sino como un médico cercano, de trato cálido y siempre dispuesto a acompañar en los momentos más difíciles.
Colegas y pacientes coinciden en describirlo como alguien que supo unir ciencia y humanidad, un médico que no solo se ocupaba de la enfermedad, sino también de la persona que había detrás. “Dejó una huella que trasciende la medicina”, remarcaron desde el CABIN en un mensaje de despedida cargado de gratitud.
El doctor Keropian marcó un antes y un después en la oncología local. Su legado permanece no solo en la institución que ayudó a construir, sino también en cada paciente que encontró en él un sostén y una esperanza. Hoy Comodoro lo despide con respeto y agradecimiento, reconociendo que su trabajo sembró un futuro más digno y humano para quienes luchan contra el cáncer.
