Se enamoró del padre de su mejor amiga y comenzaron una relación clandestina

Eliana y Sofía eran íntimas desde la secundaria, y en casa de Sofi, Eli siempre se sintió en familia. Hasta que en un viaje cuando ya estaban cerca de los 30, una serie de situaciones…

domingo 18/09/2022 - 10:50
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Eliana y Sofía eran íntimas desde la secundaria, y en casa de Sofi, Eli siempre se sintió en familia. Hasta que en un viaje cuando ya estaban cerca de los 30, una serie de situaciones la hicieron descubrir al hombre que había en el papá de su amiga.

Eliana dice que ella es la mala de esta película, pero la verdad es que tiene voz de buena. Dice también que no se siente la mala, que aunque desde afuera se podría ver así, lo de ellos fue sólo una historia de amor. De amor prohibido, publica Infobae.

A Sofía la conoció a los doce años, cuando empezaron la secundaria. Se eligieron como amigas enseguida: tenían gustos y vidas parecidas y además eran las nerds de la clase, cuenta ahora Eliana a Infobae: “Nos costaban las materias, pero nos gustaba estudiar juntas. Mi casa quedaba lejos, así que era yo la que estaba casi siempre en la de ella. Ir a la casa de mi amiga los fines de semana era el mejor plan del mundo. Estudiábamos, mirábamos películas en VHS, jugábamos al Nintendo y nos quedábamos hablando horas a la noche, antes de dormir. Yo era una más en la familia, me hacían sentir cómoda. Parte”.

Eliana tenía más confianza con la madre de Sofía que con el papá, que la intimidaba un poco. “Como todos los padres de mi generación, Juan tenía una presencia fuerte. Cuando llegaba, se ordenaba todo. A mi no me daba miedo, pero sí le tenía un respeto solemne. Lo trataba de evadir. A la hora de la cena no veía la hora de que él y la señora se fueran a la cama para poder irme a charlar con mi amiga tranquila”, dice. Aunque pasó los cincuenta, el recuerdo aparece con la inocencia de entonces y de pronto lo ve en la cabecera, medio cascarrabia todo el tiempo y con todos, tanto que un poco en broma y otro en serio, a veces la retaba también a ella.

Así transcurrieron la secundaria y la adolescencia, siempre unidas. Eli una más de la familia de Sofi, como una hija. Sabía porque hablaba con su amiga y porque lo veía ella misma, que el matrimonio de los padres de Sofía no era ideal. “Antes los que no eran felices casados se mantenían juntos igual. Yo tenía muy claro que entre ellos era así por comentarios de la madre cuando Juan no estaba. Daba a entender que tenía aventuras afuera y Sofía también lo entendía, y las dos lo aceptaban. Esa era la realidad de la familia de Sofi. Yo no me metía pero era algo normal para mí, porque en mi casa pasaba algo parecido. Y yo sabía, yo siempre supe que ese no era un matrimonio feliz”, dice Eliana.

Las chicas crecieron y fueron a universidades distintas a estudiar distintas carreras, pero siguieron cerca, sobre todo en los primeros años. Eliana ya trabajaba y tenía más independencia económica, Sofía seguía bajo el ala de los padres, así que muchas veces seguían viéndose en su casa. Se iban de vacaciones juntas todos los años y todavía tenían mucho en común: las carreras se encaminaban, pero a ninguna le iba bien en el amor. Sofi había tenido muchas decepciones. La última con un arquitecto que llegó a presentarles a todos y desapareció de un día para el otro, el ghosting de antes. Eliana estaba hacía seis años con un chico que era “un manotazo de ahogado”. No estaba enamorada, no le gustaba, pero se conocían y parecía que estar juntos era un lugar seguro. Hasta que fue lo contrario.

“No había culpas, yo acepté lo que él propuso desde el vamos. Como toda mujer, pensaba que en algún momento eso iba a cambiar, pero acepté igual. Cada uno es artífice de su destino, y yo nunca lo culpé a él. Fueron elecciones que hicimos los dos. Él propuso, yo acepté, y cuando quise que cambiara, se mantuvo firme –dice Eliana–. Después de los cuarenta, asimilé que la maternidad no era para mí y seguí con nuestra relación ya sin proyectos. Pero quería tener aunque sea un lugar distinto en su vida, ser algo más que una escapada de fin de semana. Quería una relación más tranquila, más segura, más natural”.

Cuando Juan se negó también a eso, para Eliana fue el final. No se puede ser amantes para siempre con la misma energía del principio, hay rutinas que no son las de los casados, pero igual desgastan. “No se me acabó la paciencia –dice Eliana–. Lo que se me acabó fue la pasión”.

Hace unos años, la mujer de Juan se enfermó. Eli le tenía el cariño de toda una vida. En algún lugar de su cabeza había logrado compartimentar todo: su amistad con Sofía, el afecto intacto por la madre de su amiga y el romance prohibido de más de una década con el padre. Por eso estuvo ahí para acompañar a esa señora y turnarse para cuidarla en la clínica con la confianza de siempre, si ella era una más de la familia. “Tampoco me sentí nunca culpable por ella, porque yo sabía que no había roto nada. Yo tenía una relación con su marido, pero nadie salió lastimado. O al menos nadie que no fuéramos nosotros dos. Los únicos que nos hicimos mal fuimos Juan y yo, porque nuestro amor nació con los minutos contados. Duró demasiado”, dice.

Cuando Juan enviudó, Eliana lloró con tristeza genuina. Y también entendió que las cosas por fin podían ser distintas. Pero él no tenía intenciones de dar otro paso que no fuera seguir teniendo lindos momentos y alguna escapada de vez en cuando. “Nos volvimos a ver algunos meses después y me dí cuenta en cuanto me abrazó de que no quería más de lo mismo. Se me había terminado el amor. Lo quise mucho, pero no lo quería más”, cuenta Eliana.

Ahora él es un señor grande y ella también está más grande. Eliana dice que las energías de los dos son otras. Que él insistió, como siempre, pero al final entendió que era en serio, que ya no había vuelta atrás para ellos. Con Sofía se sigue viendo y dice que su amistad está intacta. A Juan lo evita desde hace un año.

“Quedó el recuerdo de un amor prohibido”, dice con su voz de buena la mala de esta película. Un amor sin huellas ni testigos que ahora cuenta para poder darle un nombre. Para que no quede entre ellos. Para dejar al menos un rastro de estos quince años de su historia juntos.

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