En un análisis hecho por Juan Pablo Olsson, uno de los referentes nacionales en materia de política energética de esa fuerza política, se habla sobre los peligros metodológicos de la explotación de petróleo y gas no convencional que abordará la nueva YPF.
“Las mentiras del shale gas”, se titula el artículo, que dice que la expropiación de YPF representa un paso fundamental -más allá de cualquier bandera partidaria- hacia la profundización de nuestra soberanía; pero al mismo tiempo puede implicar el peligro de que Argentina se encamine a la incorporación de un tipo de tecnología de extracción de hidrocarburos altamente contaminante.
“Este peligro está expresado en la intención del gobierno de entregarle a la petrolera Exxon Mobil la explotación de gas y petróleo shale -no convencional- en el yacimiento de Vaca Muerta en Neuquén. Es importante tener en cuenta que para Argentina este tipo de explotación no es necesaria en términos de autoabastecimiento, dadas las reservas de petróleo convencional existentes especialmente en la Plataforma Marítima”, explica Olsson.
Y agrega que “como señala Félix Herrero en base a diversos estudios internacionales, se calcula que a nivel mundial las reservas conocidas de este tipo de gas y petróleo no convencional son de 3,6 trillones de barriles, contra 1,2 trillones de barriles de reservas de hidrocarburos convencionales”, añadiendo asimismo que lo que se estaría acabando es el petróleo “barato”, fácil de extraer; “por eso, las corporaciones transnacionales buscan territorios donde puedan imponer las nuevas tecnologías de extracción altamente contaminantes, con capacidad de producir una enorme polución en las napas de agua subterráneas más profundas, que son en general las más puras. La clave del problema es que este método de explotación brinda grandes beneficios a las corporaciones transnacionales petroleras; pero al mismo tiempo es gravemente destructivo de los territorios en los cuales se extrae”.
Olsson asegura que “este tipo de explotación responde a los intereses estratégicos de Estados Unidos -en tanto potencia mundial declinante- dado que le permite garantizar la provisión de hidrocarburos, ante las amenazas que significan la inestabilidad de los países del Medio Oriente -su derrota en Irak y Afganistán y los conflictos con Irán- así como las tensiones con Venezuela y Rusia; regiones que controlan las mayores reservas de petróleo en el mundo”.
Asimismo, aduce que “es la primera vez que va a realizarse este tipo de extracción en nuestro país y -aunque sea más costosa que la convencional y sobre todo más contaminante- vamos a garantizar a Estados Unidos la provisión de energía sin grandes problemas, en contraste con las zonas proveedoras más conflictivas. Como contrapartida, este papel tendrá para nuestro país consecuencias altamente depredadoras. Las técnicas utilizadas para la extracción de petróleo y gas no convencional requieren inyectar millones de litros de agua mezclados con químicos y ácidos, a fin de destruir las piedras del subsuelo donde está el petróleo (muchas veces en estado sólido); lo cual significa que, además de desintegrar la composición del subsuelo, contamina las tierras y las napas de agua subterráneas: al igual que lo sucedido con la minería a cielo abierto, que fuera prohibida por el Parlamento Europeo en todo el territorio de Europa, ya que los estudios indicaban que tiene “consecuencias catastróficas e irreversibles”, en Francia el presidente Sarkozy ha puesto un límite a este tipo de explotación y lo mismo ocurre en varios estados de América del Norte, a pesar de su carácter estratégico en función de los intereses de potencia de esa nación”.
Y cierra el comunicado estableciendo que, “así, una vez más América Latina es considerada por las potencias centrales como un territorio destinado a recibir las producciones altamente contaminantes que no deben afectar a las poblaciones de Europa y Estados Unidos: a la minería a cielo abierto; a la producción en gran escala de soja con la consecuente devastación de bosques nativos y utilización intensiva de glifosato y otros tóxicos; a las pasteras al estilo Botnia; se sumaría ahora la extracción del petróleo y el gas no convencionales. Si la expropiación de YPF para garantizar la soberanía y el autoabastecimiento energético -que ha alcanzado en estos días un amplio consenso, tanto entre el pueblo como en el Parlamento Nacional- termina habilitando el ingreso de la Exxon Mobil u otra corporación equivalente para explotar los yacimientos de Vaca Muerta, esa soberanía habrá de convertirse en una forma más de subordinación neocolonial a los intereses de Estados Unidos y ya no en una política que otorga prioridad al interés nacional y al bienestar de las mayorías sociales argentinas”.
