El seleccionado lusitano se repuso a todo: su estrella, Cristiano Ronaldo, se lesionó apenas pasado el cuarto de hora de partido y la empresa ante nada menos que el local, Francia, complicaba aún más el desafío. Pero se hizo fuerte en la adversidad y lo ganó con un gol de Eder en el cuarto minuto del segundo tiempo suplementario.
El llanto de CR7 conmovía. Y fue un denominador común de la final parisina en Saint Denis. Porque la emoción desbordó al convidado de piedra que se plantó ante la mala noticia de la salida de su comodín, su as de espadas, y porque esas lágrimas fueron de alegría con el pitazo final del árbitro inglés, dejando en su haber la primera consagración portuguesa en la historia del certamen continental europeo.
La otra cara de la moneda que dio el fútbol hoy, y que estuvo también con lágrimas en mejillas fue la de los anfitriones, que soñaban con repetir el título logrado en versiones anteriores jugando en tierras galas, pero Didier Deschamps no pudo repetir el éxito que lograr como jugador hace 16 años.
La Euro se fue a manos de Cristiano y compañía con un título que se le había negado en su juventud, cuando con solo 19 años vio en Lisboa escurrir la chance ante el sorprendente Grecia en 2004, pero esta tarde de la mano de un veterano y sapiente Fernando Santos, su DT, tocó el cielo con las manos.
