La filtración de audios comprometidos de Diego Spagnuolo —ex titular de la ANDIS—, que involucran a Karina Milei y allegados como presuntos receptores de sobornos, desató una crisis interna en el Gobierno libertario.
Desde entonces, el silencio ha sido la respuesta elegida por los principales involucrados. Karina Milei optó por no pronunciarse ni en público ni en redes, y Javier Milei se limitó a retuitear contenidos vinculados a la economía o comentarios elogiosos de sus seguidores.
Mientras tanto, el Ejecutivo aún no presentó un plan de contingencia claro para enfrentar lo que podría ser uno de los escándalos más graves de su gestión. La falta de respuestas genera desconcierto, especialmente en un contexto preelectoral donde la imagen de “anticasta” es pilar del discurso oficial.
En su lugar, la tarea de tolerar, dimensionar y contener el impacto la están llevando la diputada Lilia Lemoine y el jefe de Gabinete Guillermo Francos. Lemoine calificó el episodio como “una operación para dañar la imagen del Gobierno” mientras que Francos defendió al Presidente asegurando que “Diego Spagnuolo jamás le habló de ese tema”.
En paralelo, Spagnuolo podría estar considerando acogerse a la figura del “arrepentido” y revelar los detalles más comprometedores, lo que potenciaría el riesgo político para el oficialismo.
El Gobierno, atrapado en una crisis por audios que comprometen la integridad del entorno presidencial, está acorralado por su propio silencio. Si no hay una voz ni una estrategia, el vacío solo sirve para alimentar las especulaciones.
