Para muchos, un eventual regreso del kirchnerismo implicaría políticas ya probadas y fallidas: cierre de la economía, emisión monetaria para financiar el gasto y controles de capitales, con riesgos de hiperinflación y default. Este temor podría impulsar la dolarización de carteras, frenar inversiones y tensionar las licitaciones de deuda.
Sin embargo, la codicia también está presente. Las altas tasas en pesos, sumadas a la estrategia del Banco Central de incentivar el “carry trade” y vender dólares futuros, despiertan el interés de quienes buscan ganancias rápidas. Además, el FMI presiona para acumular reservas, lo que podría fortalecer la confianza si se implementa de forma sostenida.
La volatilidad estará ligada a las encuestas y a dos indicadores clave: la vigencia del kirchnerismo y el nivel de apoyo presidencial. El ausentismo en las elecciones bonaerenses del 7 de septiembre y la fragmentación política nacional dificultarán una lectura precisa del panorama hasta las presidenciales del 26 de octubre.
Mientras tanto, la economía real atraviesa un período de estanflación. La inflación de alimentos supera el 2% mensual, la actividad industrial y comercial muestra estancamiento, y el crédito se encarece, afectando al consumo. La caída del salario real parece inevitable en el corto plazo.
Si el oficialismo logra un buen resultado electoral, los analistas anticipan que la codicia podría imponerse: ingreso de capitales, baja de tasas y un repunte de la economía. El desafío será mantener ese impulso sin repetir errores del pasado.
