La burocracia estatal no se conmovió, la empresa no sufrió ningún tipo de clausura, tampoco se registraron detenidos por el hecho en la planta de Poseidón de Puerto Madryn y se prevén investigaciones sempiternas.
Después del impacto que produjo el día lunes el hallazgo de un cargamento de 110 kilos de drogas camuflados en langostinos congelados en la bucólica ciudad de Madryn, ayer fuera de la decepción social por el grado de impunidad con el que se maneja el delito complejo, no pasó casi nada, remarcó hoy El Diario de Madryn.
Todos, o casi todos, éramos los mismos. Tanto que a primera hora el dueño de la empresa Poseidón desayunaba tranquilamente con la mirada perdida en el horizonte marino, mientras dialoga afablemente con uno de sus abogados sobre temas diversos en una populosa cafetería de la costanera.
Y porqué no habría de hacerlo, si después de todo, la noche anterior la empresa siguió funcionando como si nada. Entró el turno de la noche a sus labores cotidianas sin la menor inconveniencia ni clausura, y los langostinos volvieron a ser solo pescados, breves protagonistas de un día blanquecino.
Además, altos funcionarios vinculados al sector certificaron que si bien descubrir tremendo cargamento de cocaína puede ser conmocionante informativamente, la línea de responsabilidades es probable que no alcance a nadie, ya que si alguien alquila sus cámaras de frío en Chubut, no sería responsable por lo que el contratante allí deposita, o algo así por el estilo.
Tan poco pasó y seguramente se sabría que pasaría, que ni el juez Federal Hugo Sastre se dignó a participar del abultado procedimiento, y nunca entro a la pesquera de Madryn. Para qué, si ahora hay que buscar de donde provenía la carga y a donde iba destinada y todo eso, casi descartando la responsabilidad de donde se descubrió. Lo llamativo es que cualquier incrédulo pensaría qué se podría haber contado con información pero aparentemente no se consideró necesario allanar oficinas ni mucho menos, porque evidentemente la justicia federal estaría tan canchera en esto que logró presumir la inocencia del vamos.
Dimensiones y sorpresas
Tan variada, amplia y contradictoria es la percepción de estos delitos, tanto como los modos y los castigos.
El Jefe del Área de Drogas Peligrosas y Leyes Especiales de Chubut, Comisario Alberto Millatru calificó por ejemplo que este procedimiento de incautación de cocaína fue uno de los más grandes que se registró en Chubut.
“Hay varias líneas de investigación y no descartaremos ninguna y seguramente será necesario salir afuera de la provincia para realizar diversos trabajos, por lo que policía del Chubut se encuentra en condiciones para hacerlo de manera profesional”.
Para Millatru hay que tener en cuenta que los narcotraficantes utilizan diversos medios para lograr burlar los puestos de control, “bajar un camión lleno de cajas congeladas es dificultoso hacerlo en los controles porque se arriesgan a que la mercadería se le rompa la cadena de frío, por lo que generalmente se controla dos o tres cajas al azar”. En este caso y lo primero que se debería conocer cuáles fueron las “tres cajas al azar” que se controlaron, si se controlaron, en donde y por quién. Un paso tal vez clave para determinar algunas responsabilidades sobre el tonelaje de bochorno que están padeciendo las fuerzas de seguridad y los funcionarios a cargo de la administración del orden público y la seguridad.
Ayer nomás, en el marco del análisis por la falta de asombro que arrastra el descreimiento en lo institucional producto de estos fracasos, un vecino relataba que a su sobrino que se fue a estudiar a Buenos Aires le llego una cedula del juez porque salió de la provincia sin autorización. El chico adolescente ya universitario había pateado una luminaria durante una noche de discusión con otro sujeto, produciendo la rotura de la lámpara y terminando con una causa que lo arrastró varias veces casi hasta el patíbulo, y ahora lo podría obligar a dejar sus estudios para volver a explicar su desubicado enojo. “¿Que desmesura la cuantificación de los males públicos, no?”, pensó en voz alta el hombre, y el silencio lo rodeó como el vacío mismo.
Sin embargo, la payada de comparaciones se fue dando lenta y sigilosamente para demostrar que la sociedad tan adormecida no está todavía: “A mi suegro el cerraron el boliche porque le vendió unas birras fuera de hora a un vecino. Le llevó como un mes el papeleo para levantar la clausura del almacén, y por el efecto de las fajas, muchos del barrio dejaron de ir a comprarle por largo tiempo. Y… la gente no sabía si había algo en mal estado o que. Y ni hablar de la multa -por no decir la coima- que debió garpar por el inconveniente”, dijo un muchacho que se sumó a la catarsis urbana.
Se escuchó de todo en el día de ayer. Muchos éramos los mismos, otros no. No se escuchó ninguna apreciación ni difusión de medios nacionales de talla, raro, ni Página/12 analizó la cosa, siendo que en esto de combatir el flagelo que está matando a los chicos y descontrolando la convivencia, son bastante especialistas. Tal como si realmente no hubiera pasada nada. Tampoco por ende, nada de nada se escuchó de funcionarios provinciales o municipales que estaban en cosas más importantes como planificar que hacer con la basura, definir las elecciones legislativas para tener más poder para que no pase nada, o porque no asegurar que más gente del mundo quiera venir a conocer nuestras ballenas, en lugar de nuestros famosos langostinos empanados.
Dicen que la droga venía envuelta con grasa evitando que los perros la detecten, o sea, ni para los perros pasó nada.
Los tres canes de la división Drogas Peligrosas bostezaban ayer perezosamente ignorando hasta las pulgas. Tal vez mientras esperaban entrar en verdadera acción y no solo 110 kilos, alguno de ellos recordaba al emblemático “Abrojo”, el pichicho que creyó haber descubierto solito otro contenedor de drogas hace pocos años en Madryn, y por haberse hecho equivocadamente el héroe, terminó retirado. Nada, mejor que no pase nada.
