El exparticipante del reality mostró sus ganas de poder sobrellevar su enfermedad pero lamenta que “para ir al gimnasio o hacer una dieta tenés que pagar. Y yo hoy en día no tengo entrada de dinero” debido a su falta de trabajo. Admitió que tiene “miedo a morir” pero que “mi familia está preparada por si algún día llego a faltar”.
Luis Zerda fue uno de los personajes más entrañables del reality Cuestión de Peso, donde participaba pesando 194 kilos. Sin embargo, lo que logró bajar en el programa no pudo sostenerlo en el tiempo por falta de acompañamiento y también las condiciones económicas.
En una entrevista con el medio Mitre, conto que “no solo volví al peso que tenía en Cuestión de Peso, sino que aumenté. Cuando arranqué, pesaba 194 kilos, dentro de todo la podía pilotear; hoy debo estar casi en 300 kilos, arriba de 200 seguro”.
“Por el gran sobrepeso que yo tengo, no resistían las camas que vienen ahora, porque son de material ordinario, entonces el carpintero le aconsejó a mi papá que le ponga más patas a mi cama, 10 o 12, para que resista. Ahora duermo bien y descanso, no se me rompe”, detalló el joven de 35 años, aclarando que “la solución no sería esa, sino que pueda bajar de peso y no seguir poniéndole más patas a la cama”.
Su problema de obesidad se ve potenciado por cuestiones económicas, lo que dificulta el inicio de un tratamiento. “Hoy en día todo es plata lamentablemente, vivimos en una sociedad donde todo se rige por dinero y para ir al gimnasio o hacer una dieta tenés que pagar. Y yo hoy en día no tengo entrada de dinero”, confesó.
Por el momento no tiene trabajo, pero también sabe que no puede ser cualquiera dada su situación física. “Mi cuerpo no resiste trabajar ocho horas o doce quizás”, indicó.
Luisito se conmovió al contar el apoyo de su familia en todo el proceso. Sobre ello dijo que “soy agradecido de la vida que me tocó una familia maravillosa, si no fuera por mi mamá no tendría un plato en la mesa, y soy agradecido con lo poquito que tengo, trato de ayudar en lo que puedo, pero muchas veces no alcanza”.
Casi al borde de las lágrimas, recordó uno de sus peores momentos: “Trato muchas veces de hacerme el fuerte, pero la procesión va por dentro. Un día, yo todavía no tenía mi casa y vivía en lo de mi mamá. Tenía la cama en la cocina porque no tenía dónde ponerla. Ese día me sentía mal, no le dije a nadie, pero me dolía mucho el pecho. Me acuesto a dormir y lo primero que hice fue darle un beso a mi mamá, que no soy de hacer eso, pero pensé que me moría”, relató.
En un momento dado admitió que “mi familia está preparada por si algún día llego a faltar, están preparados para lo peor. Yo tengo 35 años y eso que te digo es la verdad, uno se prepara porque son etapas. Tengo miedo de morirme”, dijo por último al borde de las lágrimas.
