El Gobierno y el FMI coinciden con este diagnóstico. Se trata de una consecuencia inevitable para frenar la escalada del dólar y que la inflación no se siga disparando.
Las tasas de interés positivas, en términos reales, las restricciones a las importaciones para favorecer la acumulación de reservas y la menor emisión monetaria, conducen a una fuerte desaceleración de la economía, que podría transformarse directamente en un estancamiento a fin de año, según publica Infobae.
Las últimas reuniones de los equipos técnicos del ministerio de Economía y del FMI indican este diagnóstico, pero no fue evaluado como problema, sino como parte de la solución.
Aunque la desaceleración es imprescindible para quitarle la presión al tipo de cambio y para empezar a actuar sobre la inflación, la incógnita es hasta dónde puede llegar la tendencia bajista de la actividad.
El economista de la consultora Econviews, Andrés Borenstein, explicó que ‘’en lo que resta del año, vamos a ver más señales de una economía que pierda fuerza, aunque el crecimiento va a dar cerca del 4%. Para el año próximo sería razonable esperar una expansión mucho menor de sólo el 1%’’.
Este diagnóstico es compartido por el FMI, que dentro de poco publicará su reporte económico mundial, en el que deberá divulgar qué espera para la economía argentina el 2023. La expectativa es que proyecte una mejora de entre el 1% y 2% del PBI, es decir, la mitad de este año.
Las señales de desaceleración comenzaron a notarse en julio, aunque muy “contaminadas” por la crisis financiera de aquel período y sobre todo la suba del tipo de cambio. En los próximos meses tendrán más impacto las últimas medidas, que por un lado buscan reencauzar algunas variables pero que al mismo tiempo pegarán en el corto plazo en el nivel de actividad.
Además, el consumo se verá resentido, agregando las complicaciones de las ya generadas en la economía por los altos niveles de inflación.
Para que se dé el pronóstico de desaceleración pero sin recesión es clave que no se produzca un estallido cambiario o un salto de precios que deje a la Argentina al borde de una hiperinflación. Este escenario catástrofe que parecía cercano hace apenas un par de meses se fue disipando a partir del enfoque y las medidas adoptadas por el ministro de Economía, Sergio Massa.
Las estimaciones para lo que se viene estarán incluidas en el proyecto de Presupuesto 2023 que el ministerio de Economía debe remitir al Congreso este Jueves. Ante esto, se respetaría la reducción de déficit fiscal al 1,9% del PBI que se acordó con el FMI en el último acuerdo de enero.
Esto significaría que el Gobierno se compromete a realizar un recorte de gasto público en medio del año electoral. En el 2019, esto fue realizado por Macri, logrando una baja de la inflación en los meses previos a las elecciones.
Pero el dato más fuerte de este proyecto de Presupuesto pasará por la inflación. Massa incluirá una baja notable para 2023, a la mitad de este año, es decir que se ubicaría por debajo del 50%.
Por otro lado, no hay prácticamente economistas profesionales que estimen que semejante disminución es alcanzable. Al contrario, la perspectiva es que seguirá en el rango del 90% al 100% como este año.
Este pesimismo del mercado en relación a la vialidad de bajar tan fuerte la tasa de inflación, se debe a que no hay un plan real de estabilización macro.
Incluyendo, que seguirá pesando la falta de insumos importados que lleva a las empresas a remarcar preventivamente. Por otra parte, la suba más acelerada del tipo de cambio oficial también tendrá su impacto en los precios.
Igualmente, existe la sospecha en relación a la idea del propio Gobierno de subestimar la inflación del año y de esta forma, también los ingresos. Eso implicaría contar con un margen mayor de maniobra sin pasar por el Congreso.
Como sucede tradicionalmente, las fuertes subas de precios también generan mayor recaudación, especialmente a través de impuestos como el IVA.
