Néstor Kirchner: “el último caudillo”

Un líder político no es jamás un personaje cristalizado, como si se tratara de una imagen estática que poseedora de un poder “carismático”, concentraría, por razones de personalidad, la fascinación y la creencia de las…

miércoles 27/10/2010 - 22:05
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Un líder político no es jamás un personaje cristalizado, como si se tratara de una imagen estática que poseedora de un poder “carismático”, concentraría, por razones de personalidad, la fascinación y la creencia de las masas. Abordar el problema del liderazgo político desde el punto de vista del dispositivo de la enunciación permite comprender que un líder no es otra cosa que un operador. Estas características son determinantes en la figura de Néstor Kirchner, para generar confianza y admiración -en la fidelidad de las masas-. Una brisa fresca del sur llego en el 2003 a oxigenar la política nacional por el bien de los argentinos.

Aquel sueño de una mañana gris, ya se habían hecho realidad, este joven sureño endurecido por los fríos patagónicos; había alcanzado su meta máxima para la cual se había preparado a lo largo de toda su vida. Sin dudas, que uno de los artífices de este logro se lo debe a su mujer Cristina, que con tan sólo 22 años se jugo la vida por su marido, alejándose de sus seres queridos y de su ciudad natal La Plata, donde se conocieron estudiando abogacía. Para acompañar el sueño de su esposo, que era convertirse en presidente de La Nación y con tan solo seis meses de noviazgo decidieron casarse.

Es imposible realizar un perfil de Kirchner sin mencionar la figura de Cristina, la mujer con quien transitó, y delineó las bases de su estructura de poder. Aunque el llegó al poder de la mano de un poderoso dirigente como Duhalde, supo mantenerse por méritos propios y principalmente por el apoyo del pueblo. Ya en sus tiempos de gobernador en una de sus visitas a la Casa Rosada,  para entrevistarse con el entonces presidente Carlos Menem, tuvo la osadía de sentarse en el sillón presidencial, mientras esperaba a Menem, pues él solamente se animó a tamaño intolerancia. Esta era solamente una premisa de lo que sucedería en su futuro político.

Kirchner con sus dotes maquiavelicos construyó un Estado soberano y supo rechazar cualquier presión del extranjero (FMI); supo percibir que se encontraba en un terreno que ya no era el suyo la Capital Federal: se convirtió en caudillo y protector de los vecinos más débiles, ingeniándosela para resentir a los poderosos que manejaban el país.

Aguerrido como buen croata, y sistemático como relojito suizo, con una capacidad de trabajo y una increíble fuerza de voluntad,  protagonista desde donde se lo analice. Un estadista como pocos políticos supo tener la argentina, dueño de una capacidad de anticipación asombrosa hacia los hechos determinantes de los destinos que le toco conducir. Primero conquistó su ciudad, luego fue el turno de su provincia, para culminar manejando el futuro de un país que necesitaba a gritos de un hombre de sus características; para levantar la moral de un pueblo tan sacudido, como el argentino.

“Lupin” como lo llamaban sus amigos de la infancia, de apoco fue forjando sus códigos de compañerismo y lealtad traídos de su lejano Río Gallegos lo acompañaron durante toda su vida. Porque como no se olvida de sus enemigos, tampoco lo hizo con quienes compartieron su militancia en la juventud en La Plata, ya que la gran mayoría de ellos hoy  ostentan cargos a nivel nacional.

Este sureño empujado por fuertes vientos llegó a la presidencia transitando un largo camino político, pasando primero por la intendencia de Río Gllegos y posteriormente por dos períodos consecutivos como gobernador de Santa Cruz.

Pareciera que Kirchner interpretará a la perfección la obra de Maquiavelo: “Tengamos en cuenta que no hay cosa más difícil de tratar, ni en la que el éxito sea más dudoso, ni más peligrosa de manejar, que convertirse en responsable de la introducción de un orden político; porque todo innovador tiene como enemigos a cuantos eran beneficiados por el viejo orden”. El presidente introdujo con éxito en la sociedad el kirchnerismo y quienes quieran destruir las bases de este proyecto nacional y popular serán castigados por la voluntad popular.

Kirchner impetuoso como pocos, llevaba consigo una cuota de suerte de los grandes líderes de la historia, porque su figura emerge justo en el momento, en que la sociedad argentina estaba oprimida, dispersa, y sometida por los abusos de los  malos gobiernos. Los argentinos  necesitaban imperiosamente de un líder que la conduzca,  y a la cual ellos se dispusieran a seguir.

Aristóteles en La Política decía: “la soberanía ha de estar, forzosamente, en la masa del pueblo y lo que él decida ha de ser definitivo como inapelable y justo”. Entonces, no hay mejor juez que el propio pueblo, y fue el mismo quien  eligió el kirchnerismo como modelo de vida. Además en La Política postula que: “la mejor democracia emerge de las costumbres mismas y del carácter del pueblo”.

Con una retórica rudimentaria, Kirchner no vacilo en ningún momento en enfrentarse con los sectores del campo, los medios, la iglesia, las Fuerzas Armadas. Desde un principio abrió innumerables frentes de batallas, parecía decirle en cada a discurso a los argentinos acá estoy -no les tengo miedo a los que destruyen el país-. El santacruceño fue un político indómito como pocos, supo leer la situación en el momento de apoderarse del poder; analizó muy bien todas aquellas ofensas que consideraba inevitable y las realizó de golpe.

Kirchner emergió de una década infame como lo hizo Perón después de las crisis del 30. Hoy se apaga llama de su vida pero dejo su obra y todas las condiciones dadas para que Cristina junto al pueblo encabece el tercer movimiento histórico.

Por Leonardo Rocha/ Editor El Comodorense

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