Por un par de horas, el fuego veloz de los motociclistas que parecen los dueños de las calles de la ciudad, se toman un respiro. Ni rastros de la promoción de un comercio de ropa deportiva, que promete 2×1 en las mejores marcas de zapatillas, en una alborotada calle céntrica. Las cuatro cuadras de cola desaparecieron, se esfumaron de un plumazo.
No hay ruido: debe ser el tiempo de la siesta sagrada. Pero la tarde coincide con una obra maestra para ver por TV: el show de PSG sobre Inter, en la final de Múnich de la Champions League. Los jugadores del Globo, los futbolistas del Calamar, en la Banda y sobre la ruta 9, se tomaron un respiro de la antesala de la adrenalina y tomaron nota. Replicar esa obra maestra parece una utopía.
Un día después, la final del fútbol local. La Champions tuvo un ensayo colosal con 36 equipos en la etapa definitiva. Chiqui Tapia, el presidente de la AFA, a tono con ese mensaje y el del próximo Mundial, con 48 conjuntos, juega con esa idea. Son 30 equipos los que componen el fútbol argentino.
Dos zonas, 16 clasificados, que se van despidiendo entre sí. Huracán terminó cuarto en la Zona A, Platense acabó sexto en la Zona B. El equipo del Palacio le ganó a Central, en Arroyito y a Independiente en Avellaneda, por penales. Tal vez, es el equipo que mejor jugó en el tramo decisivo, con el sello de un renovado Frank Kudelka, líder también en la Copa Sudamericana. Platense, suerte de matagigantes, puso en fila a Racing, River y San Lorenzo, los barrió a cada uno en su casa. Es un equipo a imagen y semejanza de Saavedra: la fuerza del factor colectivo a años luz de los más arropados.
Son ellos, sin grandes históricos. Son ellos, sin el pretendido River-Boca, el esperable Independiente-San Lorenzo o el traumático San Lorenzo-Huracán.
Son ellos, detrás de la gloria local, con la convicción de que ya nada será igual a partir de esta tarde. Demasiado lejos de Múnich (en calidad, en cantidad, en escenografía), con la pasión del fútbol nuestro, en la politizada Santiago del Estero y su Maracaná, el Madre de Ciudades.
Desde las 17, con alargue, si es necesario y hasta penales, llegado el caso. Con la antesala impensada: nadie garantiza que el estadio esté colmado y hasta se prevé que el gobierno provincial (el slogan “El Estado presente” se mantiene por estos pagos) regale entradas, llegado el caso. Fin de mes, 1100 kilómetros de distancia de Parque Patricios y Vicente López, pocos vuelos, infraestructura limitada y dos clubes que no son pasión de multitudes.
