Estados Unidos interceptó un tercer buque frente a las costas de Venezuela y es el segundo detectado este fin de semana.
Según informaron funcionarios estadounidenses a la agencia de noticias Reuters, todavía no se informó de qué embarcación se trata ni se conoce aún la ubicación exacta de la operación.
Este nuevo procedimiento ocurre luego de que ayer un video mostrara como el gobierno de Donald Trump incautaba un barco petrolero cerca de la costa venezolana, operación que fue confirmada por el Departamento de Seguridad Nacional.
La semana pasada, Estados Unidos incautó por primera vez un buque petrolero sancionado, llamado Skipper, frente a las costas de Venezuela.
Desde entonces, barcos que transportan millones de barriles de petróleo permanecen en aguas venezolanas por temor a que Estados Unidos los intercepte.
Según especificaron, algunos de ellos se consideran parte de una “flota en la sombra”: buques que utilizan tácticas de ocultación para transportar mercancías a países sancionados como Rusia, Irán y Venezuela.
El operativo de EE.UU., registrado en varias filmaciones, forma parte de la ofensiva de Washington contra el comercio petrolero del régimen de Nicolás Maduro.
Según el portal especializado Marine Traffic, el buque M/T Centuries (interceptado el sábado) es un petrolero de gran porte — con 333 metros de eslora y un desplazamiento de 309.460 toneladas— con bandera panameña y de propiedad china, que cubría su ruta de manera regular.
Ese dato convierte a la incautación en un hecho especialmente sensible. Hasta ahora, el criterio anunciado por la administración de Donald Trump habilitaba el abordaje únicamente de buques sancionados que transportaran petróleo venezolano. En este caso, el Centuries no estaba incluido en ese listado, lo que podría derivar en un conflicto diplomático de mayor escala.
Desde Washington, una de las posibles líneas de defensa es que el petrolero transportaba al menos dos millones de barriles de petróleo que sí estarían alcanzados por sanciones, lo que permitiría justificar la acción bajo las reglas impuestas por Estados Unidos en el marco del “bloqueo total” al comercio marítimo vinculado al chavismo.
En este escenario, China podría argumentar que la captura carece de sustento legal y denunciar el hecho como un acto de “piratería” en aguas internacionales, ya que la nave no estaba sancionada y operaba bajo bandera extranjera.
Al mismo tiempo, Beijing evalúa distintas respuestas posibles: desde represalias diplomáticas o comerciales contra Estados Unidos hasta una decisión que tendría un impacto directo sobre Caracas, como reducir o frenar las compras de petróleo venezolano, acelerando la crisis económica del régimen de Maduro.
Más allá de las implicancias legales, el impacto político es inmediato. China, Estados Unidos y Venezuela quedan ahora involucrados de lleno en una crisis que ya no se limita al eje Washington-Caracas, sino que se proyecta sobre el tablero geopolítico del Caribe.
