En el Comodoro real los “invisibles” que comen de la basura no existen para la gestión de Buzzi

Mientras el intendente, Martín Buzzi, esta preocupado por el inicio del Ciclo de Conferencias 2011: “Sociedad del Conocimiento y  Políticas Públicas: reflexión, debate y producción para el desarrollo», existen niños buscando que comer y varias…

miércoles 09/03/2011 - 1:00
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Mientras el intendente, Martín Buzzi, esta preocupado por el inicio del Ciclo de Conferencias 2011: “Sociedad del Conocimiento y  Políticas Públicas: reflexión, debate y producción para el desarrollo», existen niños buscando que comer y varias personas viviendo en el interior del basural grafican un panorama preocupante. Todos los días unas 150 personas buscan qué comer en los desechos que distribuidoras y supermercados arrojan en el basural municipal de Comodoro Rivadavia. Hamburguesas, pescado, fiambres, prepizzas y otros alimentos vencidos suelen constituir su riesgosa dieta.

Según un informe que pública el diario El Patagónico trabajan todo el día. Buscan lo que les sirva “para hacer una moneda”. Se guían por la llegada de los camiones. En definitiva, eso es lo que les importa a los chicos y grandes que reciclan elementos en el basural: el momento en que llegan las bateas con comida, más aún al mediodía, cuando el hambre empieza a asomar.

Son cerca de las dos de la tarde y la parrillada ya va tomando color: una parrillada que en el basural significan hamburguesas que ya vencieron y que un camión procedente de una cadena de supermercados arrojó hace un par de minutos.

El color de los embutidos no es el mismo, pero poco importa, hay hambre y deben alimentarse. El fuego y la parrilla, hacen su trabajo. Llega la hora de comer y no hay tanta vuelta. Se come y listo, aunque implique exponerse a un riesgo.

Alrededor del fuego, los periodistas de Diario Patagónico se encuentran junto a dos muchachos jóvenes, ambos padres de familia y de actitud callada. También está un hombre de mediana edad llamado Pedro Huichapani, más conocido como “Huicha”. Se trata del anfitrión y permanece apoyado contra una vieja camioneta negra.

El olor nauseabundo de la basura en descomposición se cuela en las narices y se impregna en la ropa. Pero ellos ya están acostumbrados. “Huicha” hace 20 años que trabaja de chatarrero en el basural del barrio Industrial. Tiene tres hijos y “boletas de luz y gas que pagar”, confiesa. El grupo de hombres al que se suma rápidamente un niño con un pedazo de algún otro alimento vencido en la boca, se lo nota cansado luego de basurear desde la madrugada. Las manos de todos están negras de tanto mover mugre.

Ellos están precisamente en uno de los dos sectores más concurridos del basural, en el lugar del vuelco de bateas de las grandes cadenas de supermercados. ¿Qué los atrae allí? La respuesta es verduras, frutas en descomposición, prepizzas, hamburguesas, huevos, todo lo que sirva para comer. Todo lo que sale rápido, pero fuera de fecha.

Y el camión con la batea llega. De ella ya vienen colgados desde la entrada del basurero un grupo de jóvenes que inspecciona de antemano la mercadería con el fin de poder rescatar “lo que está bueno”. Mientras, “Huicha” dialoga con los periodistas y comenta: “acá trabajan de 140 a 150 personas por día, llegan de todos lados de la ciudad, del Máximo Abasolo, de la Extensión, del Stella Maris, del Ceferino, del Amaya, también hay bolivianos que viven cerca de la antena de Radio Nacional”, detalla.
BATEA SIN LLENAR
Bolivianos, paraguayos o argentinos, todos esperan con ansias que se descargue la batea. El camión llega rápido y arroja el contenido. Nadie se pelea por lo que agarra el otro. “El que agarra, agarra”, aclara “Huicha”. Como dictando el primer mandamiento de ese mundo particular al que muchos no quieren ir, otros no conocen, algunos temen y el resto ignora por completo.

Según estos trabajadores informales, recolectores del plomo, cobre, aluminio y cartón, en ese lugar no sólo “laburan”, sino que también algunos de ellos viven entre los escombros. “Acá (señalando un bajo del basural), viven algunos más viejos. El ‘Toro’ vive en una cueva hace más de 30 años. Hay un tal Pérez que vive acá también”, comenta uno de los muchachos.

Allí también vive “Pucho”, de quien no conocen su nombre ni apellido, porque no tiene documentos, familiares, ni partida de nacimiento, pero saben que tiene unos 70 años. Habita en una choza y como él hay varios. No saben leer, ni escribir. Y cuando van a pedir un subsidio a la Municipalidad o Bienestar Social, según “Huicha”, “nos mandan a un ciber para que llevemos la información, pero la gente no sabe leer ni escribir y caen con cualquier cosa, después te lo rebotan y te lo tiran para atrás”, se lamenta sobre la realidad de quienes para los políticos y para casi toda la sociedad son simplemente invisibles. “Los invisibles del basural”.

Pero Huichapani  está convencido que “este gobierno nos arruinó”,  en referencia a la actual gestión municipal. “No dejan tirar bateas con fierro porque pusieron las bateas en las empresas con el ‘Comodoro Limpia’ y se acomodaron todos. Al fierro lo sacaban por otro lado, lo llevaban a un predio y lo vendían. Nosotros lo denunciamos. Ellos piensan que porque estamos acá en el basural somos todos ignorantes”, advierte.

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