En vísperas de una nueva conmemoración a San Cayetano, patrono del pan y del trabajo, José Morales, vecino fundador de la ermita homónima en Comodoro Rivadavia, recuerda con emoción los primeros pasos de una obra que hoy continúa convocando a cientos de fieles cada 7 de agosto.
La historia comenzó en una reunión vecinal a fines de los ‘80, cuando se decidió cambiar el nombre del sector, entonces llamado Abel Amaya, por el del santo de la providencia. Fue Morales quien, motivado por su devoción personal, propuso construir una ermita. “Le dije a Raúl Edemas, con quien habíamos trabajado por las viviendas: ‘¿Qué te parece si conseguimos la imagen entre todos los vecinos y hacemos una ermita?’”, recordó en diálogo con FM La Petrolera.
El lugar elegido fue la calle Polonia, donde un grupo de vecinos empezó a levantar la construcción. Finalmente, la ermita fue inaugurada el 7 de agosto de 1990 con el acompañamiento del padre Corti. Dos años después, en 1992, se conformó la primera comisión organizadora, y Morales fue elegido presidente.
Desde entonces, la fe fue creciendo. Las primeras procesiones contaron con apenas 150 personas. Al año siguiente, ya eran 450. Para la cuarta procesión, más de 7.500 personas se congregaron para participar de la celebración, que incluía suelta de palomas, estruendos a la medianoche, chocolatada y la entrega de estampitas.
“Cuando fui presidente, golpeábamos puertas y se abrían”, dijo Morales con orgullo, destacando el apoyo de instituciones como Bomberos, Policía, Prefectura, y agrupaciones religiosas y escolares. La comunidad se organizó para adquirir el terreno, pagar la mensura y entregar los materiales que permitieron levantar lo que hoy es una iglesia.
Devoto desde hace 50 años, José afirma que San Cayetano le salvó la vida. “Una vez se nos prendió fuego una lata de leche nido con un mechero. Nos despertó justo a tiempo. Para mí fue un milagro”, relató.
Cada 7 de agosto se realiza la tradicional procesión que parte a las 14 horas desde la ermita hacia la iglesia, donde se celebra la misa. La devoción, sin embargo, no se limita a esa fecha: cada 7 de mes, vecinos y devotos se acercan para pedir o agradecer, especialmente en tiempos difíciles, donde el trabajo escasea y la fe cobra más sentido que nunca.
“Mañana es un día especial, pero también un día más para seguir adelante. La fe mueve montañas”, concluyó José Morales, quien sembró una semilla que hoy sigue dando frutos.
