María Elizabeth Marí llegó hace ocho años a Comodoro Rivadavia junto a su marido y una de sus hijas. Como no tiene trabajo estable, apostó a la cocina que siempre fue su fuerte en el NOA y junto a él, se reparten en dos puestos para cocinar sus deliciosas salteñas.
“Mi marido trabaja en Estados Unidos y Rivadavia, estamos con la venta de empanadas porque no teníamos trabajo. Vine desde Salta y hace 8 años que estoy acá. Primero trabajé en casas de familia, después me quedaba lejos y dije que iba a probar con vender empanadas”, comentó. Sobre su grupo familiar, comentó que tiene cinco hijos y una de ellas vive aquí en la zona, pero ya tiene un buen trabajo bueno por suerte.
Y agregó que empezó vendiendo 14 docenas, después 15 y así fue subiendo la cantidad. “Cómo mi marido vio que me iba bien con la venta de empanadas, me dijo de poner otro puesto. Él trabaja en albañilería pero tiene el otro puesto y yo estoy acá en la avenida Polonia, vendo 80 docenas los sábados y 50 los domingos, hago toda sola, además que trabajo tres veces a la semana”, detalló.
En diálogo con El Comodorense Portal de Noticias, la mujer de 51 años de edad indicó que va allí los fines de semana ya que en su trabajo informal cobra muy poco (le pagan $16.000 mensuales, pero que le sirven igualmente). Acá vengo cuatro sábados y el último domingo del mes no vengo porque la venta es muy poca. Hay que sacar el costo de la materia prima de la ganancia, los fines de semana puedo llegar a sacar unos 30 o 40 mil pesos”, enfatizó.
En ese marco, indicó que “eso depende del costo porque están subiendo todas las semanas los precios de los ingredientes. Vendo las empanadas a $1.200 acá, donde estoy hace dos años y en el otro puesto hace tres. En cuanto a la competencia, no hay problemas con la gente de otros puestos que venden otros productos”.
“Con este trabajo estoy bien, estoy cómoda. Lo difícil es conseguir gente que quiera trabajar para poder dedicarme a la mano de obra y no estar tanto tiempo expuesta ante el frío y el viento. Ojalá pudiera ponerme un pequeño negocio para poder vender porque todo esto es muy sacrificado; a veces me agarra el viento y la lluvia y nos tenemos que quedar porque esto no lo podemos llevar a la casa. Hay que venderla porque si no es una pérdida, no podemos traerlo para el próxima semana”, analizó.

María Elizabeth expresó que tienen un cálculo y como máximo se puede ir con cuatro o cinco docenas de empanadas que les sobren, pero las comen en su casa para no perderlas “pero a veces es feo arrancar con un emprendimiento de estos, no es fácil porque cuando uno viene por primera vez hay que ver si va a vender o no, si le va a ir bien o no”.
“Por suerte la gente nos trata bien. Nos dicen que es muy sacrificado lo que uno hace. En mi caso no recibo planes ni ninguna clase de beneficios, solamente hago esto: trabajar. Y en mi otro trabajo, si bien no tengo recibo de sueldo y es un ingreso pequeño, también me sirve”, dijo la mujer que llega hasta allí desde Kilómetro 3.
El esfuerzo de la semana se ve recompensado en las horas que pasa en el puesto de Av. Polonia: “estoy desde las 10 de la mañana hasta las 2 y media o 3 de la tarde. Ojalá pudiera darle trabajo a otra persona para hacer la producción de las empanadas. Yo hago todo: la masa casera y el relleno también”.
Finalmente sobre sus deseos de progreso destacó que se ha anotado en microemprendimientos de la Municipalidad para ver si les podían ayudar para pagar las maquinarias, la amasadora y demás, aunque están a la espera de una respuesta: “ojalá tengamos suerte en algún momento. Esto es sacrificado, hay que estar, por eso les digo siempre mis hijos que hay que estudiar para no terminar así, aunque no nos quejamos porque gracias a Dios se vende muy bien”.
