El ‘Xeneize’ planteó un partido poco ambicioso y fue muy tibio de actitud en un partido donde se jugaba sus últimas fichas en pos de lograr el título y la clasifgicación a la Copa Libertadores 2014. Perdió 3-2 en Sarandí, pero el resultado fue exiguo para lo demostrado, aún pese a los errores del árbitro y un par de pelotas en los palos que no le permitieron gritar.
En un partido con muchos goles y con una tremenda definición de Milton Caraglio, Boca peleó hasta el último minutos pero se fue vacío de Sarandí. Perdió 3-2 ante un durísimo Arsenal que aprovechó el juego aéreo y la pelota parada. Bianchi extrañó a Orion.
El fútbol es ese deporte en el que se enfrentan 11 contra 11 y en el que generalmente Arsenal hace goles con pelota parada. También es el juego en el que últimamente Boca no encuentra las señales de antaño. ¿Se cortó el celular? Siempre le falta algo, Gago, Riquelme, seguridad en el fondo, regularidad. Esta vez le faltó un poquito de todo. Y se quedó con nada en un partidazo que luchó hasta el final. No le alcanzó. Con el 2-3 en Sarandí, abrevió sus posibilidades para pelear este torneo.
Claro, esta vez también le faltó Orion. ¿Qué hubiese pasado con el arquero de la Selección en cancha? Imposible saberlo. Bah, al menos que se utilice el teorema del Tolo Gallego -«conmigo no descendíamos»-. La realidad dice que atajó Trípodi, que no regaló demasiadas garantías y que sus compañeros del fondo se replegaron por demás en los bochazos al área.
Si algo no debía hacer Boca era invitar a su rival al juego aéreo. Cada falta significaba un premio para Arsenal; cada aproximación a Trípodi, un chupetín; cada tiro libre… Que lo diga Aguirre, quien con su pegada agradeció tantas gentilezas de Boca. En ese 1-0 también hay que contar con el error del árbitro Silvio Trucco, quien vio un foul que no fue de Ribair Rodríguez.
El partido se jugó como se lo había imaginado Gustavo Alfaro ante su almohada. Por consiguiente, no se cocinó como le convenía a Bianchi. Tan desarmado quedó Boca con ese primer gol que sus centrales empezaron a quedar mano a mano contra Furch y Caraglio. Con espacios, este último definió con clase, de vaselina, como para ponerle el broche al triunfo. Y pudieron llegar más gritos si en esos momentos de desconcierto no aparecía Trípodi. En desventaja, tuvo dos tapadas clave.
Mientras Arsenal se divertía, Boca se repetía en sus subidas. No tenía velocidad, no aceleraba, apenas había llegado con un remate de media distancia. Pero en el final del primer tiempo mostró otro concepto: ganas, carácter o fibra. Con ese argumento salió a luchar sus posibilidades en el torneo. El cabezazo de Caruzzo le dio vida. Pero enseguida Ramiro Carrera lo volvió a sacar de carrera.
Perdido por perdido, Bianchi movió el banco y llegó a atacar con cuatro delanteros, a los que se le sumaron Riquelme y Paredes. En ese todos al ataque, Boca estuvo cerca del milagro. Primero descontó Riaño -cumplió reemplazando al Burrito-. Luego lo tuvo Gilgiotti. La pelota pegó en el palo. No hubo caso. Fue una noche del Caraglio.
