El escocés doblegó al canadiense Milos Raonic en la final (6-4, 7-6 y 7-6, en 2h 47m) y logró el tercer Grand Slam de su carrera
Tres años después de su primer éxito sobre la hierba del All England Tennis Club, el escocés Andy Murray volvió a alzar el título de Wimbledon. El número dos del tenis mundial batió en la final de este domingo al canadiense Milos Raonic (6-4, 7-6 y 7-6, en 2h 47m) y logró así su tercer trofeo del Grand Slam, tras los obtenidos en Nueva York (2012) y la vez anterior en Londres (2013). El de Dunblane, finalista esta temporada en el Abierto de Australia y Roland Garros, consiguió por fin otro gran título, que no hace sino refrendar su gran crecimiento a lo largo del último año.
Se trataba de la undécima final de un major para Murray (29 años), que este curso se ha convertido en la más firme resistencia al poderío de Novak Djokovic. Apeado el número uno del circuito mucho antes de lo previsto, en la tercera ronda, el británico no encontró demasiadas trabas en su camino hasta la final, si bien es cierto doblegó a adversarios como Nick Kyrgios, Jo-Wilfred Tsonga o Tomas Berdych. Hoy, domingo agradable en Londres (22º) se topó con el primerizo Raonic, un gigantón que se apoya esencialmente en su servicio y que al igual que Murray también viene creciendo en los últimos tiempos, aunque uno lo hace para reivindicarse en la élite y el otro para tratar de acceder algún día a ella.
En el pulso definitivo, Murray (dirigido nuevamente por Ivan Lendl) exhibió todo ese compendio de virtudes que le están permitiendo alcanzar la madurez tenística. En la línea del último año, ofreció regularidad, solidez y pegada, una consistencia extraordinaria. Decantó el primer set con un break en el séptimo juego (para 4-3), contuvo los cañonazos de su rival en el segundo, inferior en el tie-break, y mantuvo la fiabilidad en la muerte súbita del tercero. Se coronó de este modo otra vez en La Catedral, terreno que ya ha presenciado tres grandes triunfos de su hijo pródigo: el doblete en Wimbledon y el oro olímpico de 2012.
Deportivamente hablando, el Reino Unido tiene un buen motivo para sonreir. El héroe es Andy Murray.
