Tuvieron que pasar 50 años para que la Celeste puede vencer en dos juegos sucesivos por eliminatorias.
El conjunto de José Pekerman salió a proponer, pero sin poder concretar ni una sola opción de gol. Mientras que los locales, conscientes de sus limitaciones en la posesión, se dedicaron a esperar, ser paciente y a apostarle al juego aéreo.
Fue precisamente por ese medio que llegó el primer gol del partido al minuto 34. Tiro de esquina a favor de los locales, desconcentración en la marca de Colombia y Diego Godín, solo de frente al arco, cabeceó para romperle el arco a David Ospina.
Colombia intentó recuperarse del golpe, pero sus ataques calcados durante todo el primer tiempo, hicieron que el trabajo defensivo de Uruguay se viera enaltecido, pues evitó cualquier intento por acercarse al arco que defendía Muslera y así se fueron al descanso.
Para el segundo tiempo, Colombia salió perdido, nervioso y con la obligación de buscar el empate. Sin embargo, la desconcentración en defensa le costó caro y llegó el segundo gol uruguayo con un sombrerito de Diego Rolán, tras error de Santiago Arias en la marca.
Sin ideas y sin fútbol, Pekerman decidió mandar a la cancha a Fabián Castillo y Macnelly Torres con la esperanza de descontar en el marcador y tener un poco más de claridad en el ataque. Lo cual no rindió frutos ante una defensa celeste impasable.
Uruguay se agrandó. Le ganaba a un gran rival, directo en el camino a Rusia y con un Centenario que empujó desde el primer minuto. De a poco se fue adueñando de la pelota y controló el partido a su antojo. Jugó cómodo, con el desespero de su rival y le quitó cualquier posibilidad de descontar a Colombia.
Finalizando el partido, otro error de la defensa colombiana y Uruguay cerró el partido con otro gol, esta vez con Abel Hernández que aprovechó un regalo de Jeison Murillo en el área chica. Si bien el partido estuvo de ida y vuelta, fue Uruguay el que generó el peligro.
Colombia lució inofensivo a pesar de tener jugadores como Teófilo Gutiérrez, Carlos Bacca, Radamel Falcao García y hasta Juan Guillermo Cuadrado, que poco pudieron hacer ante una defensa bien organizada.
